OPINIóN
Actualizado 06/05/2023 09:00:57
Francisco Aguadero

¡Todos pendientes de la AEMET! La primavera, esa estación del año que se caracteriza por la explosión de vida multicolor de la naturaleza tiene, también, otra característica tradicional: los vaivenes de temperatura, de ahí que el refranero castellano contemple aquello de que “hasta el 40 de mayo no te quites el sayo”. Así ha empezado el mes de mayo, con un baile de temperaturas y el trasfondo de una sequía pertinaz que no sabemos muy bien hasta dónde va a llegar.

El vivir pendiente del tiempo, que dicen los campesinos, es muy propio del mundo rural, donde el labrador o ganadero lo primero que hace, todas las mañanas al levantarse, es mirar por la ventana, observar el sol, el firmamento, las nubes y el viento, para determinar, con criterio propio, el tiempo (meteorológico, se entiende) que va a hacer en las próximas horas o días, porque de eso dependen las cosechas y, consecuentemente, su economía y bienestar.

Esa preocupación por la meteorología ha llegado, también, a los residentes de la ciudad, aunque estos no miren por la ventana ni tengan predicciones propias, sino que se fijan en las que les proporciona la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) Preocupación e interés que viene dado no tanto por los aspectos económicos (porque tienen su sueldo mensual) como por posibles condicionamientos a su movilidad, sus salidas a otros lugares y, especialmente, por lo que calores, fríos intensos o falta de agua, puedan suponer para su supervivencia.

Y es que el tiempo se ha vuelto loco. En abril se han batido numerosos récords de altas temperaturas, con valores más propios de los meses de julio. Sin perjuicio de que haya algún dato que se escape a los registros, estamos ante la primavera más calurosa y seca de la historia, hasta ahora. La meteorología va de fenómeno en fenómeno, si bien, uno de ellos, el de la sequía, parece algo persistente y su impacto se hace notar.

La Universidad Loyola pone de manifiesto que la sequía se ha instalado en España y que el impacto de la misma en el Producto Interior Bruto (PIB) andaluz, puede ser de un 7%, un porcentaje global. Pero las pérdidas por la sequía, solo para el presente año en la cuenca del Guadalquivir, podrían ser superiores a los tres mil millones de euros. Las consecuencias sociales aún son difíciles de evaluar, hay que hacerlo a posteriori, porque la pérdida de las cosechas traerá consigo escasez, incremento de los precios, dificultades económicas tanto para los productores como para los consumidores.

Con todo, esta sequía no es un hecho aislado en la España moderna peninsular. En los últimos 60 años se han vivido tres largos periodos de sequías: 1982-1984, 1991-1996 y 2005-2009, siendo 2005 el año con menos precipitaciones de la serie estudiada (1961-2018). Lo que hace diferente al periodo de sequía en el que estamos es su extensión e intensidad, más la incertidumbre e influencia del calentamiento global, con fenómenos como El Niño que se teme vuelva y provoque un repunte de ese calentamiento.

Agua y sequía son dos caras de una misma vida, la nuestra en este mundo. Debido a la larga sequía las reservas de agua están bajo mínimos, Los humedales como el Coto de Doñana agonizando y los pantanos al 49,62% de su capacidad. Según la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, los pantanos de la zona ya se encontraban al 28% de capacidad en el cuarto trimestre de 2022 y la situación no ha mejorado mucho de allá para acá.

Las ausencias de lluvias también repercuten en las precipitaciones acumuladas. Desde el pasado uno de octubre y hasta la primera semana de abril, la lluvia caída arrojaba 334 litros por metro cuadrado en toda España, un 19% menos que el valor normal en dicho periodo que es de 411 litros. Evidentemente, no todos los territorios están en la misma situación, mientras que en el centro oeste las lluvias fueron generosas durante unas semanas, en otros lugares brillaron por su ausencia, convirtiendo a Barcelona, Almería y Córdoba como los puntos con mayor sequía, tanto que en Cataluña ya se percibe como el primer problema, por su magnitud.

Tan monumental y tremenda situación es una amenaza descomunal para la población. Las autoridades habrán de entregarse a fondo para evitar la catástrofe, revisando las políticas hidrológicas y poniendo nuevas soluciones. Las bases de la gestión planificada de las sequías que establece el artículo 27 de la Ley 10/2001, de 5 de julio, del Plan Hidrológico Nacional, han de ser actualizadas con arreglo a la situación actual. La Ley contempla la elaboración de Planes Especiales de Sequía y encomienda a los organismos de cada cuenca hidrográfica la elaboración de dichos planes, teniendo en cuenta los requisitos de la Directiva europea 2000/60/CE. Con fecha 16 de octubre de 2018, el Consejo Nacional del Agua emitió su informe preceptivo favorable, relativo a las propuestas de revisión de los Planes Especiales de Sequía, al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Democrático para su aprobación.

Tras más de una década de aplicación de los Planes Especiales de Sequía, monitorizados por la Mesa de la Sequía según territorios y sectores, se ha puesto de manifiesto la importancia de establecer criterios comunes, para la revisión y ajustes del sistema de indicadores que eviten heterogeneidades en el diagnóstico, así como en la naturaleza de las acciones y medidas a llevar a cabo en los diferentes territorio, sin perjuicio de la adaptación necesaria de cada plan a las características particulares de su cuenca hidrográfica.

La Federación Nacional de Comunidades de Regantes (Fenacore) urge al Gobierno a que apruebe un Decreto Ley de sequía, para hacer frente al drama actual del sector, ya que en algunas zonas regables sólo se dispone del 20% del agua necesaria para desarrollar la actividad productiva. Pero este, el Gobierno, no es el único implicado y con responsabilidades. Son responsables, también, las comunidades autónomas, los ayuntamientos y los ciudadanos.

Sería bueno que tanto el agua como la sequía entraran en la próxima campaña electoral de autonómicas y municipales. Pero no para tirarse trastos a la cabeza unos partidos a otros ni para lanzar falsedades o mentiras al respecto, que intoxican a la población, sino para incluir en sus respectivos programas y comprometerse a llevar a cabo políticas autonómicas o municipales de lucha contra la sequía y la disponibilidad de agua suficiente con calidad en el caso del consumo humano. El Pacto Nacional del Agua, aunque necesario, parece que va a tener que seguir esperando a una mejor voluntad y relaciones entre Gobierno, oposición y comunidades autónomas, lamentablemente.

Escuchemos a Camarón de la Isla y Paco de Lucia en Como El Agua

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© Francisco Aguadero Fernández, 5 de mayo de 2023


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