La velocidad del tiempo cambia según vamos cumpliendo años.
El tiempo es eterno durante la infancia, juego tras juego, caricia a caricia, en un trabajo interminable de mirarlo todo con avidez, como para beberlo, para guardarlo en el disco duro de nuestro cerebro, memoria infinita, que graba a fuego todo aquello que se encuentra, pura fragua, hierro y llama, martillo y cincel, como si de un bosque de árboles perfectamente alineados se tratara, cada experiencia en una corteza para siempre, igual que esos amores que dejan sus corazones desnudos en ese surco acompañados de iniciales, con la promesa de quererse siempre igual y tanto como en ese momento.
Cada infancia recoge su propio archivo, tesoro innegociable, que se mantiene a salvo eternamente aunque no lo usemos. Y un día, sin saber qué, ignorando cómo, sale un hilo, directo, inquebrantable, irrompible, con aquellos sabores, olores, vivencias, aprendizajes, con aquel mismo sol de aquel día, hace tantos años, con aquella misma brisa de entonces, con iguales colores y anhelos e ilusiones, con las mismas ganas y el mismo hechizo.
La vida nos va poniendo delante pistas, miguitas de recuerdo, para que no perdamos nuestro propio camino, nuestras más ancestrales remembranzas de nosotros mismos, para que, a lo largo de nuestra existencia, recobremos aquellas señales que, a cada persona, nos iban forjando como tales mientras se dibujaba nuestra imagen, nuestro rostro, nuestra propia identidad de lo que queríamos ir siendo.
En el trayecto encontramos nuestro retrato, los signos que cada huella impregnó en nosotros como playa en la que quedan nuestros pasos.
Tiempo de balance, de debe y haber, de recordar nuestros sueños y revisar cuántos se han cumplido, cuáles existen aún en la carpeta de bocetos, sólo un pequeño plan, unos rasgos, cuatro facciones hasta formar la imagen anhelada. Sólo un bosquejo Sólo un deseo. Sólo un proyecto.
Y así, a pequeñas líneas, a pequeños trazos, lápiz afilado, blanco papel, larga espera, se hace una hilera de Insomnios salpicada de Sueños…
Así, tecla a tecla, renglón a renglón, firmeza en el compromiso, constante en el tesón, cabeza que se empeña, hebras del corazón, teclado y yemas danzarinas, palabra y voz, cinco años convertida en papel, tiempo que pasa volando, cinco años de ilusión.
El día 4 de Mayo de 2018 se publicó mi primer artículo en este periódico. Se cumple un lustro desde que se comenzaron a sembrar Insomnios y Sueños con las personas que me leen.
Mercedes Sánchez