Cuando abulenses, sorianos y leoneses descubrieron el aceite de oliva virgen, probaron su sabor en sopas y gazpachos, lo contrastaron con el sebo o la manteca que utilizaban sus abuelas y sus madres ¿cuánto tardaron en abandonar esa grasa que viraba a rancio en poco tiempo y trocarlo por el líquido sol que revive el estómago y el gusto?
Foto: Santiago Bayón Vera