Adoro la virtud de la enseñanza
que vuelve educadas las personas
y hace de la vida una ofrenda
devota al tesoro de lo bueno.
Inculca en los rostros una práctica
de todo lo humilde y sencillo
que vale por su esencia recogida
del huerto en la hondura del espíritu.
Predico con mi verbo la palabra
escrita en la pizarra con la tiza
surcando con su alma todo el mundo.
Recojo mis apuntes en la mesa
y guardo entre los libros de las clases
las flores que me obsequian mis alumnos.