CYL
Actualizado 28/05/2023 12:17:43
César García

"El turismo demanda cada vez más este tipo de patrimonio, como complemento indispensable del histórico-artístico", explica el último director del Instituto de las Identidades, que tiene su sede en Salamanca.

Cuando hablamos de patrimonio, la mayoría de nosotros pensamos en monumentos u obras de arte, pero ese es el patrimonio material. En realidad hay otro, tan valioso o más que el anterior. Es el patrimonio inmaterial, que te invitamos a descubrir con la ayuda de Juan Francisco Blanco, profesor, investigador y el último director del Instituto de las Identidades, que tiene su sede en Salamanca.

- ¿Qué es el patrimonio inmaterial?

La Unesco lo delimita bastante bien; por resumirlo, podríamos decir que se trata del legado cultural que ha llegado hasta nuestros días, desde tiempos inmemoriales, por transmisión oral. Vendría a ser, en líneas generales, lo que también conocemos como cultura tradicional.

A veces se produce cierta confusión cuando se hace referencia al bordado popular, la arquitectura popular (por ejemplo, las construcciones en piedra seca) y otros aspectos materiales, pero es que todo eso y mucho más (la indumentaria, la artesanía, etc.) no son más que manifestaciones materiales del patrimonio inmaterial. Todo eso es el resultado de la aplicación de técnicas y el uso de materiales que se han aprendido y transmitido a través de la palabra, ya que en el pasado la mayor parte de quienes recibían, conservaban y trasmitían esos conocimientos eran iletrados, analfabetos. Analfabetos sí, pero no incultos, puesto que eran depositarios de una cultura con raíces profundas en nuestra historia y los diferentes sustratos culturales que fueron asentándose en nuestra tierra.

- ¿Este patrimonio inmaterial está en peligro de extinción o se mantiene vivo?

El patrimonio inmaterial, tal y como lo recogió, por ejemplo, en 1901 y 1902 la Encuesta del Ateneo de Madrid sobre costumbres de nacimiento, matrimonio y defunción, está prácticamente extinguido.

Una de las señas de identidad del patrimonio de la tradición es su pragmatismo, su funcionalidad. Por eso, aquello que no sirve, desaparece. Sin embargo, lo que encuentra un uso, una función, permanece.

Por ejemplo, las fiestas populares (y muchas de sus señas de identidad) han visto un renacimiento. Creo que es consecuencia de la globalización y las crisis de identidad. La fiesta es un importante refuerzo identitario del individuo dentro del grupo y la identidad fortalece y afianza las raíces.

De la misma manera que un vendaval puede arrancar de cuajo un árbol escaso de raíces, la crisis de identidad también puede arrasar con el individuo carente de raíces y conducirle al desarraigo y el vacío interior.

En resumen, creo que hay una parte del patrimonio inmaterial del pasado que no tiene razón de ser en este modelo de sociedad y por ello ha desaparecido o está a punto de desaparecer, lo cual no nos exime de la obligación de conocerlo y estudiarlo para las futuras generaciones. Pero hay otra parte de ese patrimonio que se mantendrá vivo porque así lo quiere la sociedad, como engrudo que une a sus miembros.

- ¿Pónganos algunos ejemplos de patrimonio inmaterial en CyL?

El patrimonio cultural inmaterial de Castilla y León es de una envergadura formidable. Nuestra región es, probablemente, la más rica en este tipo de patrimonio, como lo es en su patrimonio histórico artístico.

Sin embargo, no estoy de acuerdo con algunas designaciones de BIC Inmaterial, por parte de la Junta de Castilla y León. Es el caso de la tauromaquia, que se justifica “como hecho cultural imbricado en la identidad de nuestra comunidad desde tiempo inmemorial, con una significativa influencia en todos los ámbitos de la vida y cultura de nuestra sociedad. El objeto de la presente declaración es la Tauromaquia en Castilla y León, referida a las corridas de toros celebradas conforme a la normativa vigente, heredera de las reglas establecidas a partir del siglo XVIII”. Sin embargo, el verdadero hecho cultural que hunde sus raíces en nuestra identidad (muy especialmente en Salamanca, por cierto) y que merecería el reconocimiento de BIC Inmaterial es el toro popular, que se manifiesta en capeas y encierros, en varias formas del arte popular y otras que no contempla este BIC. Eso sí es patrimonio inmaterial. La tauromaquia es una derivación medieval que surge y se desarrolla en ámbitos cortesanos o, cuando menos, urbanos, y que genera una cultura paralela con importantes componentes (e intereses) económicos y sociales. Hace algunos años el Instituto de las Identidades de la Diputación de Salamanca organizó la exposición “Taurografías. Tradición, identidad y toros”, cuyo catálogo puede ser consultado on line (https://www.institutodelasidentidades.es/taurografias-publicacion/) y que proporciona una aproximación al asunto taurino más popular y tradicional.

En cambio el reconocimiento de las mascaradas de invierno, que también ha realizado la Junta de Castilla y León, era imprescindible por la imponente presencia que tienen en una gran parte de las provincias de esta comunidad y es un acierto, aunque acaso haya que aquilatar más.

Señalar con el dedo otros ejemplos, supondría dejar en el tintero muchos que no son menores.

Por ello, invito a todos los castellanos y los leoneses a informarse de nuestro patrimonio inmaterial y a comprometerse a conocerlo de manera personal y directa.

- ¿Qué responsabilidad tienen las instituciones en la defensa, protección y promoción de este patrimonio?

Una gran parte de la responsabilidad en materia de defensa y protección del patrimonio inmaterial corresponde a las administraciones públicas, particularmente las que tienen competencia en esta materia. Pero no toda la responsabilidad es suya; el compromiso con ese patrimonio ha de ser un compromiso también, y en primera instancia, diría yo, individual. Si cada uno de nosotros no asume la importancia de este patrimonio en la definición de nosotros mismo, de nuestras identidades, resultará infructuosa o, cuando menos, insuficiente la acción de la administración, que, sin embargo, sí que debe asumir toda la responsabilidad en su estudio, tutela y promoción

- ¿De quién es la competencia?

Las competencias en materia de patrimonio corresponden a la administración regional; en este caso, la Junta de Castilla y León. Lo cual no exime a las administraciones locales (ayuntamientos y diputaciones) de apoyar, proteger e impulsar ese patrimonio en el territorio de su competencia, como en algunos casos han venido haciendo.

- ¿Cuenta con expertos la administración para gestionar adecuadamente esta herencia cultural?

Los técnicos y expertos en patrimonio inmaterial con que cuentan tanto la administración regional como las locales son claramente insuficientes. En algunos casos el número de ellos resulta muy deficiente e, incluso, inexistente.

Siendo como es el patrimonio inmaterial el buque insignia de la identidad o identidades de un territorio y sus habitantes, su cultura madre, solo la ignorancia y la falta de la sensibilidad de los responsables públicos, puede justificar éstas y otras carencias que, en muchos casos, resultan atronadoras.

- ¿Este tipo de patrimonio es igual de atractivo para los visitantes que el material?

El turismo demanda cada vez más este tipo de patrimonio, como complemento indispensable del histórico-artístico y esto ocurre porque ofrece perfiles fascinantemente humanos, cercanos y que afectan a todos los sentidos. Nuestra sociedad es profundamente hedonista y por ello, busca nuevas sensaciones; el patrimonio inmaterial las ofrece a espuertas: la gastronomía, el arte popular y la artesanía, la arquitectura, la música tradicional con el baile y la indumentaria, el patrimonio creencial, las fiestas…

Soy muy crítico con el turismo y su papel, a veces irrespetuoso con el patrimonio inmaterial. Sería imprescindible alcanzar un modelo de turismo sostenible que no lo agrediese.

- ¿Considera necesario formar a los profesionales del sector turístico en los valores del patrimonio inmaterial?

Resulta absolutamente imprescindible. En mi último ciclo de conferencias de despedida de la provincia, antes de mi jubilación como director del Instituto de las Identidades, insistí en esta idea: lo que no se conoce, no se valora y lo que no se valora no se defiende. Esto sirve para cualquier ciudadano en relación con su patrimonio inmaterial. También debe valer para los profesionales del sector turístico, en especial los guías. Me consta que son muy permeables al conocimiento serio y profundo de este patrimonio. Por ello, aquí sí que los responsables de su formación en esta materia deben contar con verdaderos expertos, no sólo con “enterados”, que apenas han estudiado este patrimonio y que se mueven sin escrúpulos entre estereotipos y falsedades, sirviendo de cajas de resonancia de un patrimonio en exceso “folclórico”. Por otro lado, hay una abundante bibliografía que sirve perfectamente para proporcionar formación e información fidedigna, no solo a los profesionales del sector turístico, sino a cualquier que tenga verdadero interés por este patrimonio.

- ¿Qué diferencias hay entre la situación de este patrimonio en el medio rural y en el urbano?

El medio rural ha conservado durante más tiempo el patrimonio inmaterial, por razones de aislamiento y distancia de la “contaminación” urbana, hasta el punto de generar la idea de que se trata de un patrimonio exclusivo de nuestros pueblos. Pero no es así. No obstante, las especiales condiciones de la vida rural han hecho que sea el medio rural frente al urbano el que ofrezca una mejor situación de pervivencia.

Las ciudades, pese a todo, poseen un valioso e interesante patrimonio inmaterial, que puede disfrutarse en los lugares asociados a mitos y leyendas (todas las ciudades poseen un itinerario legendario), ciertas fiestas, guiños del patrimonio creencial, la gastronomía autóctona, algunas artesanías y algunos espacios museísticos dedicados en parte o en todo a este patrimonio.

- ¿Cómo se puede evitar la pérdida de esta riqueza en una Comunidad marcada por la despoblación, especialmente en los pueblos?

En primer lugar, es preciso crear una conciencia de revalorización del patrimonio inmaterial. Es imprescindible ponerlo en valor. Para ello, hay que recurrir indiscutiblemente a la escuela. Los currículos de la educación infantil y primaria deben tomarse esto muy en serio y no de forma anecdótica, porque no lo es. Creando esa conciencia, será más fácil contribuir entre todos a que no se pierda por completo y a exigir que se dedique más esfuerzo presupuestario por parte de las administraciones para crear o potenciar centros específicamente dedicados a la recuperación, el estudio, la conservación, la exhibición (faltan museos etnográficos serios) y la difusión del patrimonio cultural inmaterial.

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