Este desayuno solía consistir en migas o pan desmenuzado y frito en aceite donde antes se habrán tostados varios dientes de ajo y tocino picado, plato bastante contundente que calentaba el estómago y el ánimo y lo disponía a enfrentarse con lo que para aquel día hubiera dispuesto la voluble naturaleza.
A veces, con la leche de las cabras que los acompañaban, se hacían sopas canas, una variante de las que a diario tomaban para cenar.
Foto: Santiago Bayon Vera