Cuesta entender que, un equipo que pierde más que gana, tenga seguidores incondicionales. Tomo algunos apuntes de Daniel Zamora (Revista Diners, octubre 2021). “Después de analizar tres millones de respuestas de 32.000 personas, determinaron que luego de ganar un partido, los hinchas son 3,2% más felices durante una hora; sin embargo, cuando pierden, la tristeza duplica el valor de la felicidad y alcanza a ser del 7,8%”. También se obtuvieron otras conclusiones: “Un hincha de un equipo lo hace por varias razones: porque en su familia se lo inculcaron, porque los títulos que consigue lo cautivaron, o por épica del perdedor. Se generan solidaridades y empatías con los equipos que no ganan hace muchos años o que tienen muy poco palmarés o trofeos”.
En pocas ocasiones se hace ostentación del gusto por un equipo por la belleza de su juego, por la estética de su manera de competir, de hecho, hay equipos que los llaman “ascensores” y en esa vorágine competitiva son capaces de hacer las cosas más extravagantes por su equipo de toda la vida. Y, sin embargo, pocas veces pueden presumir de lo muchos partidos que ganan sobre todo en la temporada que les cuesta bajar de categoría. Pero esas actitudes son inherentes al fútbol competitivo.
“Todo está pensado en clave de consumo, y un hincha puede invertir entre 20 y 25 horas de su tiempo a la semana solo viendo fútbol”. Se habla de los hallazgos que realizó un equipo de científicos del Laboratorio Nacional de Álamos, en Nuevo México, los cuales encontraron que el fútbol resulta tan apasionante porque es el más impredecible. A esa conclusión llegaron luego de analizar más de 300.000 partidos de diferentes deportes jugados durante el siglo XX...Pasión que hace que los sentimientos de euforia y nerviosismo se sientan por igual. Durante la final del mundial del 2010, cuando se enfrentaron España y Holanda, los hinchas ibéricos vivieron, quizá, futbolísticamente hablando, el día más estresante de sus vidas”. (…) “ … cuando llegamos a la prórroga, pasado el minuto 100 te dabas cuenta de que cualquier jugada podía marcar la diferencia, un gol en esos momentos, por resultado y nivel anímico, te deja fuera, y así ocurrió, o eres campeón del mundo o pierdes en una jugada…
Los datos están ahí, si no fuera por estudios precisos no acabaríamos de entenderlo. “La investigación realizada por Mercedes Almela, del Laboratorio de Neurociencia Social de la Universidad de Valencia, publicada en la revista especializada PLOS ONE, los niveles de testosterona de los hinchas superaron un 29% el nivel habitual y el cortisol, la horma que se libera como respuesta al estrés, creció al 52%... El fútbol es una amenaza para la identidad social. Si gana tu equipo eres el mejor, pero si pierde quedas vencido. El cortisol y la testosterona te preparan para afrontar esa situación que amenaza tu yo social”, le explicaba Almela al diario “El Mundo” de España. Luego vino el gol de Iniesta… es una sensación increíble, la felicidad hecha momento, uno de los momentos más felices de mi vida, según Horas.
“Todos los momentos que reúne el fútbol, desde los gloriosos hasta los más desastrosos, dejan una huella en la mente. Y no es exageración. Las sensaciones que imprimen en la memoria la habilidad de un jugador legendario, o un gran gol, se alojan en una parte del cerebro que algunos utilizan como herramienta para combatir el alzhéimer…. En 2014, la Universidad Autónoma de Barcelona, aliada con la Federación Española de Asociaciones de Futbolistas Veteranos, realizó una investigación en la cual concluyó que hablar de fútbol ayuda a las personas con alzhéimer y deterioro cognitivo a estimular su memoria, atención y mejorar el estado de ánimo… El alzhéimer borra la memoria, pero no la pasión por el fútbol ni las emociones, eso es lo que queremos recuperar a través de terapias de reminiscencia” (Según la doctora Laura Coll, investigadora principal del estudio).
“El fútbol tiene una capacidad impresionante para trasladarnos a la infancia. Es un lugar virgen, puro de felicidad e ilusión, sin la contaminación del paso de los años. El último resquicio hacia la felciidad, el recuerdo de las tradiciones familiares, los partidos con los amigos, las ilusiones infantiles, las alegrías compartidas”, según explica Diego Barcala Pérez, editor y director de Líbero, a la revista Diners.
6.abril.2023