Del 27 al 30 de marzo, tuvo lugar el IX Congreso Internacional de la Lengua (CILE), en la alegre ciudad de Cádiz, la Tacita de Plata. Como siempre, fue organizado por el Instituto Cervantes, la RAE, la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), con la colaboración del país anfitrión, No podían haber escogido mejor escenario. Los encuentros a alto nivel, la organización del evento y el entusiasmo demostrado por los gaditanos han servido para que haya sido calificado como el mejor Congreso de la Lengua y que el gran éxito haya sido, precisamente, el de los gaditanos.
Tras la celebración del VIII Congreso en Córdoba (Argentina), en 2019, todo apuntaba a que la ciudad peruana de Arequipa sería la sede del siguiente -previsto para 2022, pero aplazado un año por la covid-19-, y que, por lo tanto, Cádiz sería elegida en 2025. La fe mueve montañas y en un tiempo record a pesar de la premura, ha sido posible. Todo ha salido a la perfección. Las actividades culturales y la profusión de carteles en las calles han hecho que muchos ciudadanos participaran y se interesaran por el significado de algunas palabras. Un prestigioso asistente ha declarado que no ha habido ninguna reunión aburrida ni excesos en la programación.
El día 27, en el Gran Teatro Falla, SS.MM. Don Felipe y Doña Leticia, presidieron la inauguración del evento en el que también intervinieron el director de la RAE, el presidente da la ASALE, el ministro de Asuntos Exteriores, el Premio Cervantes Sergio Ramírez, la académica Soledad Puértolas y la escritora Elvira Lindo.
Cádiz tiene marcado a fuego el orgullo de ser la sede de la primera Constitución española en la que aparece el requisito de que el poder reside en el pueblo. La situación creada en España con la invasión de La Grande Armée de Napoleón fue desplazando los núcleos del poder hasta el último reducto: la Isla de León, unida por un finísimo nervio de tierra a la ciudad de Cádiz. Allí se reunieron las Cortes en 1810 para dar forma a un nuevo texto constitucional, nuestra querida “Pepa”, que vio la luz el 19 de marzo de 1912. Allí también estaban representadas todas nuestras posesiones americanas y asiáticas, y allí se legisló con la firme creencia de que España nunca sucumbiría ante el invasor. Aquellos diputados que discutieron cada uno de los artículos representaban a los millones de habitantes, repartidos por todo el mundo, que tienen el español como idioma materno. Para celebrar un Congreso Internacional de la Lengua Española ¿existe un lugar más apropiado que Cádiz?
Cuando nuestra lengua ve aumentar el número de usuarios, al tiempo que dentro de España hay habitantes empeñados en desterrarla, es de agradecer todo lo que se haga por protegerla. A la hora de esos agradecimientos, hay que dejar las cosas claras: el actual gobierno no sólo no la protege, sino que gobierna con la ayuda de los que la persiguen.
Sí hay que agradecer, y mucho, la labor de la Corona en sus apariciones ante el pueblo. La imagen dada por nuestros Reyes en Cádiz dista mucho de la que ofrece nuestro gobierno; de ahí la lógica diferencia de aceptación de unos y otros. ¿Alguien se imagina a Sánchez, o cualquiera de sus ministros/as, tocando el cajón en público? Si hay españoles capacitados para valorar lo que es el humor y simpatía sanos, esos son los gaditanos. Nuestros Reyes acaban de ganarse la admiración de todo Cádiz. Nuestro Rey se sentó en un cajón con no poca dificultad para sus largas piernas, y no desentonó. El responsable del “cajoneo” de marras, tras la espontánea actuación de Felipe VI, exclamó: “Tenemos el primer Rey cajonero”. Yo hubiera empleado otro adjetivo muy parecido. Gracias, Majestad.