Mi canto lo dedico a mis padres
constantes en su forma de amarme
según unos criterios infinitos
colgados como estrellas en el cielo.
Su modo de honrarme me encumbra
arriba al estrado de su alma
dispuesta al ejercicio de su beso
sencillo como piedra como agua.
El arte del humano se consigue
debido a la práctica del hábito
del bien sin recompensa en el mundo.
Su arte se aprecia en la elegancia
del habla del vestido del silencio
del uso más humilde de la vida.
Por eso les escribo mi soneto
amable en el tono de sus nombres
perfectos como obras de obreros
cansados del trabajo cotidiano.
Su bien con el ejemplo me predica
un algo olvidado en el Edén
la hora de la noche cuando quiso
el sino del humano extraviarse.
Encuentro en su voz la referencia
del faro del destino de mi viaje
ahí a esa tierra en mi espera.
La escucho y la comparto en mi poesía
revuelta en el capricho de los vientos
soplándola esparciéndola animándola.
Y digo nuevamente cuánto valen
personas como ellos impagables
haciendo de los cielos un reflejo
visible en sus actos día a día.
Sus tiempos los regulan en el orden
de ser para sus hijos su sustento
paciente en la liturgia de la entrega
total en la vigilia y el sueño.
Parecen unas alas de los ángeles
potentes cuando baten el espacio
luciendo sus semblantes terroríficos.
Las plantas de sus pies en este suelo
hollado por el paso de los siglos
las beso y las enjugo con mis lágrimas.
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torres_rechy@hotmail.com