Viene a las tres de la tarde, sin haber entregado previamente su tarjeta de visita, cuando nadie estaba atento y nadie la esperaba.
Llega como siempre bella, limpia, impecable, liviana, y se va posando, cual mariposa, sobre las ramas del magnolio, miles de alas rosas, transparentes, traslúcidas, que al instante se vuelven flores y penetran por el nervio óptico de quienes las miran.
Va saltando sobre el campo verde, y lo va tiñendo de amapola, esparciéndose como si fueran ondas que en el agua extendieran sus círculos concéntricos por toda la llanura. Deja allí todas sus flores, viviendo un tiempo, adornando el horizonte como ornan las rimas en los versos.
Y en las cunetas, pone blanco en la jara, amarillo en la genista, y otros puntos más allá, en cada rama de mimosa.
Se vuelve rayo de sol y baña los parques con su luz, cual lluvia agradecida, regando con notas de colores sus espacios, depositando su arco iris horizontalmente como una alfombra desordenada.
En el cielo pone plumas blancas y grises al charrán y le pinta patas y pico de naranja haciéndolo volar diseñando círculos sobre el mar para encarar su esperado viaje.
Da al vencejo alas para comer, dormir y copular entre las nubes, y patas para posarse y anidar, mientras hincha el pecho el petirrojo que inicia su cortejo ante su ansiada dama.
Al rato dibuja la silueta de la negra golondrina y llena de azul verdoso el firmamento con el vuelo del abejaruco y su bufanda amarilla con rayas negras, que espera posado en las ramas su alimento de insectos en su fino pico.
A traición, pone en todas sus gargantas trinos, y los días se despiertan completamente enamorados del sol, de la luz, del color, del perfume de las flores, del olor de los árboles, de la humedad de las sombras que se tumban en el verde, del sabor del amor, un labio en otro labio, se comparten los sonoros besos del corazón.
La primavera se deja caer sin desmayo, sabia saltimbanqui, de puntillas posa sus colores sobre la colcha amorosa de la tierra, y con su nacimiento la naturaleza bulle, se transforma, se engalana haciéndose completa ofrenda para dejarnos tendidos a sus pies.
Mercedes Sánchez