Pues sí, aunque parezca hiriente e incluso delictivo este exabrupto convertido en proclama, quién ha pronunciado esta vergonzosa expresión, quién está cometiendo una provocación para delinquir, incitando al odio, hostilidad o violencia contra un grupo (políticos de izquierda), no ha sido un miembro de una organización terrorista, ni nadie perteneciente a redes de delincuencia organizada, islamistas radicales o separatistas irredentos; ha sido la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, Ayuso, que, asentada en su siniestra “izquierdofobia” está sistemáticamente atacando a quienes no respiran políticamente por sus alveolos ultra conservadores.
Que un dirigente político se comporte así es lo peor que le puede ocurrir al sistema democrático; es más, puede significar el principio del fin del Estado de Derecho, ese que se reconquistó en 1978 con la Carta Magna. Ya lo hizo Hitler nada más tomar posesión como Canciller alemán, en 1933, con el incendio del Reichtag (sede del parlamento alemán), acusando a los comunistas sin pruebas y proponiendo al entonces presidente Paul von Heindenburg para que firmara un decreto suspendiendo las libertades civiles a los comunistas; cuando, probablemente, fuera el propio partido nazi el que organizó y perpetró el incendio con la única finalidad de acusar a los adversarios políticos comunistas y acabar con ellos, torturándolos y enviándolos a campos de concentración junto a judíos o gitanos. Creo que después de las barbaridades cometidas en el pasado siglo XX los ciudadanos no deberíamos permitir que personajes políticos de tal calibre, como Ayuso y su comparsa siniestra, accedieran al poder, aunque, sus correligionarios políticos, su jefe y líder -en este caso, Feijóo- considere que son ellos el ejemplo más paradigmático de la “gente de bien”, siendo todos los demás los enviados del “maligno” a quienes hay que eliminar, como hacía la Inquisición con los infieles en el Antiguo Régimen.
Estos comportamientos inducen a la ciudadanía a realizar los actos más crueles contra quienes son señalados con el dedo. Y una cosa es la crítica política elegante, realizada en los foros e instituciones adecuadas para ello y otra bien distinta es la constante provocación para cometer hechos criminales. Este whats app que ha enviado Ayuso a todos los diputados del PP de la Asamblea de Madrid es el ejemplo más evidente de incitación para la comisión de actos criminales contra esos colectivos.
Otro comportamiento político de Ayuso y de su séquito madrileño (político y mediático) que denota odio y hostilidad al disidente es el protagonizado por el vicepresidente madrileño (Enrique Ossorio) y el secretario general del PP y diputado en la Asamblea (Alfonso Serrano), quienes perciben el bono social térmico para “familias vulnerables”. Es cierto que también lo recibe el marido de la candidata de Mas Madrid, Mónica García. Estamos hartos de oír a Ayuso y al resto de miembros del PP acusar a colectivos vulnerables que reciben ayudas, calificándolas de “paguitas” o de que el gobierno de Pedro Sánchez es el que crea las “colas del hambre” para “mantenidos y subvencionados”. Cuando ellos reciben estas ayudas no las califican de la misma manera y en todo peyorativo, sino de becas o de ser “un derecho”, como ha calificado Alfonso Serrano. ¡Qué poca vergüenza!. Estamos hablando de gente como Ossorio, que tiene un patrimonio de millones de euros y que percibe un salario como vicepresidente del gobierno madrileño de 104 mil euros al año, muy superior al del presidente del gobierno Pedro Sánchez. Estos personajes son miembros de un gobierno de Ayuso y diputados del PP en la Asamblea de Madrid, un gobierno que concede becas (no paguitas) a estudiantes cuyos familiares perciben unos salarios superiores a los 100 mil euros al año.
No sólo es políticamente incorrecto, sino éticamente reprochable y digno de una feroz crítica por parte de la ciudadanía. Que haya, por un lado, miles y miles de personas y de familias -cuyos ingresos sean inferiores al salario mínimo interprofesional- que estén viviendo en la más absoluta indigencia y que, por otro, existan personajes “impresentables” sin principios éticos ni valores de solidaridad que, a pesar de tener un patrimonio y salarios millonarios, reciban ayudas económicas públicas, es la información más detestable y ruin que podemos conocer, sobre todo cuando estamos inmersos en una situación económica de alta inflación y de subidas de tipos de interés que afectan directamente a la subida de los precios de las hipotecas concedidas para la adquisición de un bien tan necesario como es la vivienda y que muchas personas vulnerables no podrán seguir pagando y tendrán que ser desahuciadas. ¡Qué poca vergüenza!. Patético, pero real.