Cuentan que un jeque árabe llamó a uno de sus consejeros para pedirle que le contara lo que de él se decía en el país. Y dicen que el consejero respondió. “Señor, ¿Qué deseáis, una respuesta que os agrade o la verdad?” “La verdad –dijo el jeque- por dolorosa que sea.” “Os la diré, señor – dijo entonces el consejero-, si me prometéis a cambio el premio que os pida.” “Está concedido –dijo el jeque-. Pedid lo que deseéis, porque la verdad no tiene precio”. “Me basta – dijo el consejero- uno muy pequeño: dadme un caballo… para huir acabe de decirla.”
La verdad puede ser peligrosa para quien la dice e indeseable para quien la escucha, por lo que de revolución o rechazo interno puede producir.
Pero ¿quién es el que anda en verdad? “El que es de la verdad”, como diría el propio Jesucristo; es decir, aquel que lleva su alma abierta, como velas desplegadas, al viento de la verdad; aquel que no está interiormente condicionado por apriorismos, parcialismos excluyentes, fobias o filias. Es de la verdad quien es capaz de reconocer la verdad en cualquier persona, en los simpáticos y en los antipáticos, en los mismos enemigos. No es sólo quien habla sin fingimiento o mentira, sino el que dice y hace lo que es, cimentado sobre la transparencia, la no manipulación y la libertad que concede el que las cosas sean lo que son.
Jesucristo es la verdad, la Palabra que nos revela el rostro de Dios (Jn 1, 1-18). Cristo se identifica con la verdad porque siempre habla la verdad y su vida está de acuerdo con lo que dice, “es” lo que dice. Él es, no tanto un predicador veraz o un hombre verdadero, él es la revelación de la verdad, no sólo una palabra en la que se explica la realidad, sino la realidad misma. Su vida y su muerte, son el criterio para discernir lo verdadero de lo falso. Semejante pretensión sólo puede venir de un loco, un necio o del mimo Dios. Y es así cómo conocer lo que piensa, lo que siente y lo que hace el hombre Jesús, se convierte en el modo para aprender qué es lo que debemos pensar, sentir y hacer, a través de un proceso de conocimiento e imitación que nos conduce a reproducir en nuestra vida la suya con la máxima fidelidad posible. Es algo así como vivir tratando de adueñarnos de esa verdad y mantenernos en ella.
La Cuaresma nos invita a seguir a Jesús, y caminar en la verdad.