OPINIóN
Actualizado 14/03/2023 09:20:22
Marcelino García

Las mujeres se enfrentan a restricciones en su movimiento y en su capacidad para estudiar y trabajar fuera de sus hogares. El régimen talibán ha ordenado que se cubran completamente, incluyendo el uso obligatorio de burkas, y ha prohibido su presencia en lugares públicos sin un acompañante masculino.

Jorge Hernández Sánchez y María Ruiz Raigón

Defensores de los Derechos Humanos

Las mujeres y niñas afganas nunca han logrado ser del todo sujetos de derechos tal y como lo son los hombres del país, y además su situación empeoró cuando, en agosto de 2021, los talibanes tomaron el poder. Cabe resaltar que dicha toma de poder tuvo lugar tras la salida del país del ejército norteamericano. La democracia por la cual los países y los propios habitantes del país habían estado luchando se vio destruida en cuestión de horas. La peor parte de este régimen la han sufrido las mujeres, ya que se les han impuesto una serie de medidas represivas y restrictivas que limitan sus libertades y derechos. Ya desde un principio afirmaron que sus derechos se respetarían dentro de lo que marca la sharía, que es la ley islámica, pero más bien han actuado con respecto a su interpretación de esta.

Como consecuencia, las mujeres y niñas afganas se enfrentan ahora a una amplia gama de restricciones en su vida diaria, que incluyen limitaciones en su acceso a la educación, la atención médica, el empleo… El régimen talibán ha prohibido la educación superior para las mujeres y ha ordenado la segregación de género en las escuelas, lo que ha impedido que las niñas asistan en muchas áreas del país. Con respecto a este último punto, se preveía que las escuelas volvieran a acoger a las mujeres en marzo de 2022. Sin embargo, cuando llegó esta fecha, los talibanes alegaron que habían surgido ciertos «problemas técnicos» que impedían la vuelta de estas, siendo una clara excusa.

Las mujeres se enfrentan también a restricciones en su movimiento y en su capacidad para trabajar fuera de sus hogares. El régimen talibán ha ordenado que estas se cubran completamente, incluyendo el uso obligatorio de burkas, y ha prohibido su presencia en lugares públicos sin un acompañante masculino. Por lo tanto, se ha impedido que las mujeres puedan desplazarse libremente por el país, pues el ir sin un hombre que las acompañe puede ser motivo de detención.

Respecto a la atención médica, se han impuesto restricciones para las mujeres y se ha ordenado la segregación de género en los hospitales. Esto ha resultado en la reducción de los servicios médicos disponibles para las mujeres y ha aumentado los riesgos de complicaciones durante el embarazo y el parto.

Además de estas limitaciones prácticas, las mujeres y niñas afganas también se enfrentan a un aumento en la violencia y la discriminación por parte de los talibanes. Ha habido informes de violaciones y matrimonios forzados, así como una mayor presencia de matrimonios infantiles y el tráfico de mujeres y niñas. Es destacable que, si las mujeres que se encuentran en prisión acceden a casarse con talibanes, consiguen su libertad, por lo cual esto constituye una forma habitual de chantaje. De igual forma, es normal que entren en casas y violen a las mujeres y niñas, incluso llegándolas a secuestrar para casarse con ellas.

La situación es particularmente difícil para aquellas que han trabajado en el gobierno afgano o con organizaciones internacionales, pues se enfrentan una amenaza inmediata de represalias por parte de los talibanes.

En una entrevista para Naciones Unidas, Mahbooba Seraj, activista y periodista, aseguró que «nos están suprimiendo» y que «hoy en día los derechos humanos no existen en Afganistán. Las mujeres de Afganistán no existen para los talibanes». También mencionó que «Las mujeres no cuentan con ningún lugar al que acudir para buscar justicia y reparación en el Afganistán actual». Por tanto, resulta evidente que los talibanes tienen una visión de dominio sobre el sexo femenino, queriendo controlar todo aquello que hagan las mujeres y niñas, y teniéndolas en todo momento bajo su yugo.

No podemos olvidar que Afganistán ha estado sometido a la influencia de la policía de la moral, un grupo de vigilantes que imponen un estricto código de conducta religioso y cultural en la sociedad. Estos grupos, también conocidos como «brigadas de virtud», tienen la tarea de hacer cumplir las leyes islámicas y las costumbres locales en áreas como la vestimenta, la música, la interacción entre los géneros y la educación, entre otras. Su objetivo es preservar la pureza moral y cultural de la sociedad afgana, pero muchos lo ven como una forma de opresión y control excesivo. En la práctica, la policía de la moral ha llevado a cabo operaciones violentas contra mujeres, homosexuales y otros grupos marginados, lo que ha generado un debate intenso en todo el mundo sobre la legitimidad de su existencia y prácticas. Con la toma del poder por parte de los talibanes, la policía de la moral ha vuelto a tener un papel importante en la sociedad afgana, lo que hace necesario reflexionar sobre sus implicaciones y consecuencias.

En resumen, la situación de las mujeres y niñas afganas, tal como denuncia Amnistía Internacional, es desgarradora y requiere una respuesta urgente de la comunidad internacional. Es importante que los y las líderes mundiales, así como las organizaciones de derechos humanos, hagan todo lo posible para presionar al régimen talibán para que respete los derechos de las mujeres y niñas afganas y les permita una vida digna y segura.

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