La actual legislatura estatal que finalizará con este año natural 2023 ha sido de las más activas de nuestra democracia y también controvertidas en muchos aspectos. Comenzó con unos grupos políticos de la oposición que intentaron hasta última hora que no fuese investido presidente del gobierno Pedro Sánchez; utilizaron todos los recursos a su alcance, todos los medios, legítimos e ilegítimos, para impedir que se constituyera un gobierno progresista. Recordemos que algunos diputados de los grupos minoritarios se sintieron amenazados porque tuvieron la gallardía de votar a favor de la investidura. Muchos de ellos recibieron insultos, amenazas, pintadas y hasta editoriales de medios conservadores, porque, sencillamente, la derecha arcaica y atrabiliaria -que se cree poseedora de todos los privilegios y heredera universal del ejercicio del poder- no podía soportar que los “descamisaos” y los “perroflautas” ostentaran el poder, pudieran legislar para la mayoría social y pusieran en peligro esos privilegios ancestrales típicos de la “España de charanga y pandereta/cerrado y sacristía/ devota de Frascuelo y de María”, de aquélla España “analfabeta, atrasada, dormida, sentada a la vera de los caminos de la historia”, en la que se movían como peces en el agua, de la que eran dueños y señores, mientras una mayoría social estaba inmersa en el hambre, el analfabetismo y la incultura.
Y bajo ese “hálito casposo” se han mantenido durante toda la legislatura. Da lo mismo que sean liderados por M. Rajoy, Casado, Feijóo, Abascal o Aznar; su filosofía es la misma y sus ataques impregnados de odio y resentimiento. El sucesor de Casado –ese hombre que disfrutaba pasando las vacaciones con un narcotraficante condenado- inició el enfrentamiento con asuntos económicos, pensando –iluso él- que en esos temas el PP era poco menos que lo fueron Pelé, Cruyff o Maradona en el mundo del fútbol, pero pronto se estrelló como un kamikaze conduciendo por una autopista en dirección contraria. Se estrelló en la única entrevista que le realizó una cadena de televisión poco amiga de la derecha política y mediática, en la que aseguró que cuando fuera presidente del gobierno derogaría la denominada “excepción ibérica” en el mercado eléctrico que tenía como objetivo limitar el precio del gas en el mercado mayorista y hacer frente a las consecuencias económicas del aumento del precio de la energía. Pues a finales de 2022, la excepción ibérica había supuesto un ahorro de nada menos que 4 mil millones en los bolsillos de los españoles. También, según Feijóo, en aquéllos momentos de la entrevista –verano de 2022- aseguró que España iba a entrar inmediatamente en una recesión económica sin precedentes y que las medidas anti crisis aprobadas por el Ejecutivo de Sánchez eran una patraña y no servían para nada. Evidentemente, el tiempo ha demostrado fehacientemente que el señor Feijóo hizo el mayor de los ridículos en tal entrevista porque sus negros pronósticos, por suerte para todos los españoles, no se han cumplido.
Otro de los más espantosos ridículos que ha hecho la derecha cavernaria en lo que va de legislatura es la firme determinación de ir a Bruselas a entrevistarse con los máximos responsables de la UE para que paralizasen los fondos de recuperación destinados a España porque, según ellos, no se estaban gestionando adecuadamente, a pesar de que, por activa y por pasiva, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, ha reiterado que España está cumpliendo los compromisos exigidos por la UE para recibir los fondos de recuperación establecidos. Por su parte, Feijóo y su siniestro séquito no acaban de reconocer y les sienta a “cuerno quemado” que el presidente español Pedro Sánchez, tenga esa habilidad negociadora y un éxito sin precedentes ante las instituciones internacionales. España ha pasado a encabezar las políticas de progreso económico y social de la UE en todos los aspectos, algo que irrita de manera especial a la derecha reaccionaria, política y mediática, porque con ellos en el poder, con M. Rajoy, estábamos en el furgón de cola de los países de la Unión.
La última demostración de que España está cumpliendo rigurosamente las exigencias de la UE es el pacto al que han llegado las fuerzas políticas progresistas y los sindicatos sobre la reforma de las pensiones, una de las reformas claves en las que el gobierno de Bruselas insistía. Hay acuerdo sobre los años de cotización y las nuevas pensiones van a favorecer claramente a las clases trabajadoras, como dice el ministro Escrivá, no perjudicará a las “carreras más volátiles”, es decir, las que en los últimos años han tenido algún tropezón, las más discontinuas. Aunque los empresarios no estén de acuerdo, es un triunfo y una demostración de que la conquista del “Estado del Bienestar” -ese que tanto ha querido y quiere deteriorar la derecha política y mediática- es posible. Sabemos que hay muchos empresarios que han incrementado de forma alarmante sus beneficios; es lógico que sean ellos los que más contribuyan a la Seguridad Social para que sea sostenible y para que las pensiones sean dignas. Lo que no parece muy entendible es que no esté de acuerdo la derecha política con esta reforma, que beneficia a las pensiones de una inmensa mayoría social. ¿Le interesa a la derecha defender más los intereses de las grandes empresas que los de la inmensa mayoría de los pensionistas y que sus pensiones sean realmente dignas?