OPINIóN
Actualizado 10/03/2023 08:08:10
José Luis Puerto

Aún resuenan los toques, voces, consignas y cánticos del día internacional de las mujeres. Es bueno que las perspectivas de las mujeres –variadas y múltiples, nunca en una única dirección– vayan apareciendo, se vayan planteando y vayan ocupando su lugar, como ya viene ocurriendo desde finales del siglo XIX, en un proceso muy lento, que tardará en consolidarse.

Porque, hasta ahora, nos encontrábamos muy cómodos, sin querer bajarnos del burro, como coloquialmente se dice, en esas perspectivas, consolidadísimas, de lo masculino, patriarcal y occidental, como eje dominante, que el primer mundo quería imponer al resto de los continentes y civilizaciones.

También, perspectivas religiosas cerradas, de todo tipo, trataban y tratan de consolidar tal perspectiva, o algunos elementos de ellas. La privación, forzosa y violenta, del derecho a la educación de niñas, adolescentes y jóvenes, está siendo estos días una página dolorosa de la barbarie que sigue rigiendo en el mundo.

Lo mismo que lo es el que adolescentes y casi niños aún, de un modo grupal y bárbaro, abusen por la fuerza de una niña, como acaba de ocurrir en nuestro país. Y otra desgraciada e incomprensible página de la barbarie humana sigue siendo la de la prostitución, que es una grandísima lacra de nuestra especie, como también lo ha sido y, en la medida en que sigue activa, lo es la esclavitud.

Las fuerzas sociales y culturales dominantes tratan de continuo de seguir manteniendo e imponiendo su visión del mundo (predominio del hombre blanco, de occidente, de los poderosos); una visión del mundo obsoleta, deshumanizada e inhumana incluso, que priva a millones de seres humanos del derecho a la dignidad.

De ahí que, para afianzar tal perspectiva, frente a todo lo emergente hoy en el planeta (mujeres, minorías, inmigración…), no duden en mantener lo que hoy se llama una guerra cultural, de modelos y visiones del mundo.

Pero, en la historia, todo lo que emerge es, en el fondo, imparable. De ahí que, frente a esa perspectiva occidental dominante, cuyos rasgos hemos dejado apuntados, se opongan otras que reclaman su existencia, su presencia, su sitio en nuestra sociedad: la de los colonizados, la de los inmigrantes, la de las mujeres, la de las minorías por cualquier tipo de motivo.

Esas nuevas visiones del mundo, presentes ya hoy, querámoslo o no, en nuestras sociedades, nos van a obligar a cambiar las visiones, tan cómodas y en las que estamos asentados, de la historia, de la cultura, de la sociedad, de la economía…, en definitiva, del mundo.

Y están ahí, entre nosotros. Y tienen todo el derecho. Lo importante es que, a partir de tales nuevas perspectivas en las que estamos, podamos alumbrar entre todos y todas un nuevo humanismo, para ir erradicando tantos signos de barbarie que aún soportamos y con los que convivimos.

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