OPINIóN
Actualizado 07/03/2023 07:51:27
Charo Alonso

Para mis gentes de los Papeles del Martes y para Gloria Rivas y Esperanza Ortega

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Me regalan poesía los amigos. Y como quien no quiere la cosa, dejo el libro o la revista sobre la mesa, sobre la cama, así, al desgaire, cuidando de que –como decía Carmen Martín Gaite- la cosa no se desmande, porque cuando dejas un libro en una superficie plana, cría y te encuentras una pila de papeles, periódicos y páginas que amenaza con caerse. Dejo la poesía reposando en cualquier sitio, esperando a que amainen los quehaceres, se atempere la prisa… y mientras voy del corazón a mis asuntos, paso junto al libro, revista u hoja volandera y abro como quien no quiere la cosa, leo como quien oye llover. Y me detengo.

El poema, leído de pie, entre la cuerda de tender la ropa, el artículo a medio hacer, el examen que corrijo, la comida que parece hacerse sola o el polvo que se espesa como sopa que precisa del agua que lava los cacharros… suena una y otra vez y mientras sigo enfilando los quehaceres del día, deja un eco al que regreso, la ropa seca fría de intemperie, la compra que rebosa… y vuelvo a lo que me ocupa y no me preocupa con el ritmo del poema, con la admiración a flor de boca.

No saben los amigos que me regalan poesía que la leo con un pie en el estribo de otra cosa. Así como quien no lo quiere, ojeado entre la carrera de mis quehaceres y la calma de mis silencios. Siempre de pie. Y meto entre las hojas un calcetín perdido, una carta con recibo, otro libro, las llaves, los pañuelos, los guantes, lo extraviado… No saben los amigos que voy y vengo con el eco de sus versos, los versos de sus ecos, y que salgo de la casa rumiando sus rimas porque antes de salir a la farmacia, al supermercado, a casa de mis padres, al trabajo… leo a voleo la página abierta ante mis ojos, y me macero en la sugerencia de su trino, en la gracia de tu talento. Voy por la calle con el aura de su recuerdo y me dejo llevar por el ritmo sostenido de su vuelo.

Regreso a casa y cierro y abro el libro, lo hago recorrer la geografía de la casa, del despacho de Jefatura que parece un jardín de páginas desordenadas. En mi bolso anidan mis poetas y en la cola de centro de salud riman las esperas y hasta los alumnos sin profesor me miran sorprendidos porque no reparo en su ruido, sino en las páginas que leo. A los poetas amigos que me regalan poesía los doblo con afecto, los señalo con el dedo sucio de la cocina, les marco con papel, les abro y cierro, y cuando los tengo bien leídos, les acuno en la balda de mis estanterías, que ya amenazan con doblarse, carpintería de amor en las paredes. Y me pregunto qué dirían mis amigos, los poetas que me regalan la poesía, viéndose tan apretados después del vuelo que les he dado, ahí, mientras voy de mi corazón a mis asuntos… siempre admirándolos, siempre, leyéndolos.

Charo Alonso.

Fotografía de Fernando Sánchez Gómez.

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