Se acerca el Día de la Mujer Trabajadora y este año no iré a la manifestación, pero no porque esté en contra de exigir para nosotras los mismos derechos laborales, sociales y familiares que tienen los hombres, sino porque tengo la impresión de que estas manifestaciones se han convertido en la tribuna que utilizan los políticos de todas las ideologías para apoyarnos, y cuando tienen que unirse para defender cualquier medida que sirva para avanzar en la igualdad, se dividen entre ellos para impedir que prospere.
Se acerca el Día de la Mujer Trabajadora y este año no iré a la manifestación, pero no porque me olvide de los cientos de mujeres que van muertas a manos de sus maridos o parejas, sino porque me indigna que gobernantes y expertos se sigan limitando a aconsejar a las posibles víctimas que denuncien, que la ley las ampara, que la ley las protege, y aunque las leyes sólo consiguen multiplicar exponencialmente el número de asesinos, ni unos ni otros son capaces de reconocer que algo tiene que estarse haciendo mal para que produzcan el efecto contrario.
Se acerca el Día de la Mujer Trabajadora y este año no iré a la manifestación, pero no porque haya dejado de preocuparme que nuestras jóvenes salgan de fiesta una noche y aparezcan violadas en cualquier parque, sino porque me cuesta entender que en lugar de preparar a nuestros jóvenes para que aprendan a ejercer su sexualidad responsablemente, legalicen que las menores de edad puedan abortar sin contar con sus padres y los violadores salgan de la cárcel sin tener que cumplir las penas impuestas.
Se acerca el Día de la Mujer Trabajadora y no sé si alguna vez volveré a la manifestación. Eso depende de que nuestros políticos aprendan a promulgar leyes que beneficien de verdad a las mujeres, no que les permitan a ellos seguir en La Moncloa o poder domiciliarse en ella, porque esto no es otra cosa que manipular a los ciudadanos en general y a las mujeres en particular para sus propios fines.