OPINIóN
Actualizado 07/03/2023 09:32:06
Francisco Delgado

Hace tiempo que me pregunto, como especialista, si existe algún tipo de oyente de las “noticias” de nuestros medios de comunicación que resista, sin enfermar psíquicamente, la diaria información fatídica servida por nuestros medios.

Estoy seguro de que si escucha la cascada infernal de sucesos de todo tipo (excepto sucesos buenos, que, al parecer no existen) diariamente, enfermará pronto: o construyéndose unas defensas esquizoides a toda prisa, o sumiéndose en la más negra depresión, o, como mínimo, con un síndrome confusional de muy mal pronóstico.

Hace unas cuantas décadas, las noticias llegaban al papel, a la emisora de radio o a la incipiente televisión, con un mínimo orden: llegaban empaquetadas por apartados: internacionales- nacionales-locales-deportes- sucesos-anuncios por palabras…Pero en la actualidad, al nivel trágico de los sucesos se le ha añadido el desorden, el caos en la forma de dispararlos; de tal manera que por ejemplo los temas de esta semana han sido, entre otros:

Las escenas bélicas de la larga y sin esperanza guerra ruso-ucraniana, los muertos en el choque de trenes en Grecia, los últimos supervivientes del terremoto en Turquía y Siria, la orden del Papa Francisco de que cardenales y obispos paguen el alquiler de sus apartamentos en el Vaticano para hacer frente a las débiles arcas, la noticia de que la empresa Ferrovial traslada su sede a los Países Bajos, (pues parece ser que a su presidente le atraen irresistiblemente más los caminos acuáticos o canales, que los caminos de hierro), los asesinatos semanales de machistas que necesitan matar a sus compañeras para poder seguir odiando, la lista de perversos sexuales, violadores, pedófilos, voyeristas y fetichistas de cada semana, la inminente desaparición de las boleras en los pueblos de Cantabria, convertidos en cemento con cuatro raquíticos arbustos, la interminable saga de corrupción nacional e internacional en la que esta semana el centro lo ha ocupado el personaje del “Mediador” y sus fiestas u orgías, los gravísimos incendios de Chile y los 40 grados bajo cero de Canadá, etc. etc. etc.

No me diga, estimado lector, que es posible tener algún pensamiento mínimamente coherente después de haber recibido en nuestros cerebros esta avalancha de sucesos, quizás apocalípticos, quizás pasajeros, quizás desordenados y mezclados a propósito para que nadie, ni Superman, pueda formular la fatídica pregunta: ¿Por dónde empezamos?

A mí, si tengo tiempo y tranquilidad necesaria de espíritu, me gustaría concentrarme en las próximas semanas solo en dos de la lista citada, las dos que más me han asombrado: la orden del Papa Francisco de que sus obispos y cardenales paguen cristianamente sus apartamentos a partir de ahora ( debe ser la primera vez en la Historia de la Iglesia) y el hecho de que las boleras norteñas estén siendo destruidas, pues mi pesimismo me hace pensar que si desaparecen los juegos placenteros y pacíficos de la faz de la tierra, solo quedarán las perversiones y las guerras, que terminarán por ocupar toda la conducta humana. Es decir, habremos llegado al infierno, como especie, después de XXI siglos de civilización.

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