OPINIóN
Actualizado 28/02/2023 19:15:07
Félix López

Las mujeres han sido y siguen siendo las principales cuidadoras de los menores, dependientes, enfermos y personas viejas. Un número cada vez mayor de hombres participan eficazmente en el cuidado de los hijos e hijas y algunos también en el caso de las personas enfermas, dependientes o viejas.

Lo cierto es que en España y en los países más desarrollados hay una crisis el sistema de cuidados.

Las causas ya las sabe usted. Entre ellas, la discriminación histórica de la mujer como única cuidadora, la inadecuada socialización de los hombres, las dificultades para compatibilizar la vida laboral y los cuidados, los cambios en la familia y en los valores sociales (derecho al ocio y tiempo libre, etc.)

¿Quiénes cuidan en España a numerosos menores, dependientes, personas enfermas y viejas?

En muchos casos las mujeres latinoamericanas. Hacen los que muchas mujeres y hombres españoles no podemos o no queremos hacer.

Dos ejemplos representativos.

En un viaje en avión de Madrid a Santander, me tocó al lado de una ecuatoriana que volvía de su tierra. Abierta y afables, me contó que había cuidado en Santander a un hombre viejo durante 11 años. Llegó a quererle tanto que cuando se murió, lo pasó tan mal que se volvió a su tierra tres meses para superarlo y estar con su familia. Ahora volvía a Santander para buscar de nuevo trabajo.

Un hombre español de 80 años, buen amigo, me cuenta que él no quiere ir a una residencia de mayores ni morir en un hospital. Como no cree que puede contar con los cuidados familiares (tiene cinco hijos y muchos nietos y nietas) no hace el testamento y guarda celosamente sus recursos (por cierto, abundantes) para que “una mujer latinoamericana, de esas que me dicen que saben cuidar muy bien, me atienda y yo pueda morir en mi cama”.

Las historias son infinitas. Son muchas las mujeres latinoamericanas que, por razones política o necesidad, vienen a trabajar. Y no solo son responsables con los cuidados que implica su trabajo, sino que son empáticas, generosas y cariñosas. Ofrecen y dan lo que no se puede comprar.

Algunas dejan a sus hijos y familias en América y se vienen aquí a cuidar nuestros niños y niñas, a nuestros padres y abuelos, etc.

En uno de mis cursos en Ecuador, visité un centro de Aldeas Infantiles en el que la “madres sustitutas”, casi todas, dejaban a sus hijos e hijas con los abuelos y abuelas para cuidar 24 horas al día a otros niños y niñas. Les visitaban de tarde en tarde.

¡Que vida tan injusta, dura y heroica!

Todas estas mujeres merecen el mejor trato y ser reconocidas en todos los sentidos. Gratitud y aprecio para con ellas, tantas cuidadoras y madres sustitutas, también entre nosotros.

Facilitarles la vida en España, desde el punto de vista legal, social y económico sería una reciprocidad bien merecida.

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