Siempre pensé que progresismo era mejorar las particularidades que no responden a lo que la sociedad demanda. Todo lo que se consiga en aspectos susceptibles de mejorar será siempre progreso. Ahora bien, cuando la izquierda dice que el progresismo consiste en autoproclamarse poseedora de la única verdad, tildando de reaccionario a todo el que no piense igual, se convierte en un gremio con derecho a ser los buenos de la película, los verdaderos demócratas y los progresistas pata negra. Lo que esté a su derecha nunca podrá ser responsable de progresos porque su naturaleza se lo impide; son la maldad en persona.
Que la derecha ha gobernado demostrando que es posible progresar sin menoscabar la democracia ni las libertades, es algo que sólo niegan los falsos progresistas. Se creen que todo era un solar hasta que llegaron al poder. Es más, hasta se consideran responsables de haber mejorado la raza humana. ¿Por qué no preguntan a los habitantes de la antigua Alemania del Este si notaron algún progreso? Los de Ucrania ya están aprendiendo esa lección a base de sangre. Los de Hispanoamérica lo están comprobando día a día.
La historia –esa que se basa en la única verdad democrática- nos dice que la izquierda echa la gente a la calle cuando le fallan los cálculos. A pesar de los esfuerzos que hacen los medios de comunicación subvencionados desde La Moncloa, el panorama que asoma ante las consultas electorales de este año no es muy favorable para el gobierno; y ha decidido ponerse las pilas.
Cuando Sánchez firmó la coalición con Podemos, pensó que se trataba de unos pardillos que, tapándoles la boca con alguna cartera, comerían todos en su mano. Pronto comprobó su error. No tuvo más remedio que acceder a sus caprichos. Qué le vamos a hacer. Otra promesa incumplida que pronto será olvidada. Claro que, cuando no fueron suficientes los votos de Podemos, los otros colaboradores exigieron su correspondiente mordida. Pues vale. Si de lo que se trata es de continuar en La Moncloa, hay que taparse los oídos y seguir cabalgando.
En ese momento, comenzó para Sánchez la verdadera hemorragia de votos. Por si éramos pocos, llegó la pandemia para dejar en evidencia lo grande que le caía el cargo. Ni confinando a los españoles hasta la saciedad, ni demostrando su falta de pericia a la hora de adquirir los imprescindibles EPI, ni manipulando el número de muertos, ni consiguiendo sepultar no pocos negocios se paró a pensar por qué no funcionaban las cosas y España se colocaba entre los países más afectados. Estaba en una nube porque, ni en sus mejores sueños, pensó nunca ocupar La Moncloa y hacer más horas de vuelo que muchos pilotos de Iberia. Para completar la legislatura, bastaba con mantener el descaro que puso de manifiesto en la moción de censura cuando se coronó como virrey Pedro I El Estirado.
Llegó la hora de la verdad y los súbditos esperaban alguna medida que remediara la situación. No era tan difícil, porque en todos los ámbitos estábamos en números rojos. La economía agonizante, las exportaciones en picado, la educación anestesiada, la sanidad desbordada, el paro disparado, igual que el déficit y la deuda. Pero no; para los socios de gobierno había otras necesidades más urgentes. Los partidos con cuentas pendientes, pusieron en lugar preferente la supresión del delito de sedición y la rebaja en las penas por corrupción. Así se las ponían a Felipe II. Las prioridades de los socios de gobierno nada tenían que ver con la triste realidad: era urgente cambiar los viejos y rígidos esquemas por la nueva filosofía progresista, porque la dicotomía hombre/mujer no es más que una expresión nacida de la genética, algo decadente; lo verdaderamente “in” hay que buscarlo en la ideología de género, un concepto fruto de la construcción social.
Como las desgracias nunca vienen solas, nuestra derecha sigue vendimiando para Sánchez. En lugar de aprovechar los graves y continuos episodios de corrupción y las meteduras de pata que salpican al PSOE, y alguno de sus apoyos, el PP y VOX –obligados a unirse si quieren gobernar- siguen enzarzados en arrebatos de protagonismo, algunos totalmente fuera de lugar. Ambos tienen tropiezos que subsanar. Nunca estuvo tan cerca la oportunidad de remediar el caos que nos gobierna, pero los encargados de llevarlo a cabo siguen dándose garrotazos. Se lo están poniendo a huevo al viajero Sánchez, que no tiene tantos problemas para aliarse con el mismo diablo si se trata de seguir arruinando al pueblo español.
Apoyadas en un feminismo de bote, las ministras metidas con calzador en el gobierno de Sánchez consiguieron chantajearlo imponiendo esos mantras que nadie tomaba en serio, hasta conseguir verlos reflejados en el BOE. Ni economía, ni paro, ni carestía, ni déficit. Aquí lo que viste es el nuevo feminismo machista, la primacía de todo lo que huela a LGTBI, el aborto libre y gratuito para toda mujer que resulte embarazada por despiste –no importa ni la edad ni los plazos- y, como perlas de ese progresismo made in Spain, la tristemente famosa ley del “sólo sí es sí” y la llamada ley “Trans”, esa que permite a cualquier joven acostarse con calzoncillos y levantarse con mini tanga. Todas estas leyes, aprobadas o en proyecto de estarlo, tienen el visto bueno de Sánchez y, si entran en vigor –por perjudiciales y arbitrarias que sean- es porque él lo quiere. Ya es curioso que la gran mayoría responda a un tema recurrente, porque, observando las leyes, este gobierno sólo legisla de cintura para abajo y de rodillas para arriba. Es una legislación muy focalizada ¿Será neurosis?
Con este invento, podría pensarse que Sánchez mantiene en el banquillo, sin salir a calentar, alguno de los ministros/as podemitas, Pues bien, para no ser menos, los ministros de relleno se encargan de un rosario de medidas que nos marcan lo que podemos comer y lo que no nos conviene, los animales que podemos criar y en qué condiciones hacerlo, lo que deben sentenciar los jueces si no quieren ser tildados de fachas y machistas, o la forma de llegar a resquebrajar instituciones tan molestas como la Iglesia –sólo la católica- , la Corona, el Ejército y las FOP. Lo que de verdad nos tiene entrampados, eso no importa. En el peor de los casos, siempre estará la derecha para solucionarlo, aunque sea a base de hacer los sacrificios que este gobierno no quiere ni oír. Cuanto más tarde se ponga el vendaje, mayor será el peligro de infección.