El nombres es bien dulce, para que el mercado y las personas que recurren a él lo acepten mejor.
Los que compran suelen ser adultos jóvenes y no tan jóvenes que tienen dinero para poder comprar ¿Qué quieren comprar? Compañía o sexo o ambas cosas.
Las que venden suelen ser chicas jóvenes, a veces en torno a la mayoría-minoría de edad. Estudian o trabajan o no quieren hacer ninguna de estas cosas ¿Qué quieren? Qué le financien un estilo de vida que no podrían mantener. No son necesariamente chicas necesitadas económicamente, aunque pueden serlo en algún caso.
Los términos del acuerdo, según los casos, pueden ser bastante precisos o muy imprecisos. Dependen de la situación del mercado (la oferta y la demanda) y de las características de las personas implicadas.
Quienes se denominan así afirman que se trata de una relación que dura un tiempo, no es una cita de un solo encuentro, ni prostitución La especificidad es “hacer compañía”, que no implica necesariamente sexo. Todo depende del acuerdo de compra-venta y también del curso de la relación.
Lo venden como una novedad, pero es muy vieja esta forma de relación. Antes se hablaba de poner un piso a la amante; ahora los afectos están a la baja y prefieren este engañoso nombre.
Dada la falta de regulación, debe admitir variantes de todo tipo, con experiencias muy diversas.
La novedad es que en estos tiempos en los que la sexualidad, es un producto más de consumo, los hombres pueden elegir entre una alta oferta incluyendo chicas (también pueden ser chicos) muy jóvenes o con la edad que les apetezca.
También hay mujeres que compran chicos o chicas.
El mercado de la seducción o de la compra y venta está abierto en todas sus formas. La puerta de internet esta siempre abierta. También hay locales propicios para comerciar. Y siempre ha habido personas dispuestas a vender (por razones muy diferentes) y personas para comprar.
¿Es esto y sus variantes una forma de prostitución o un ejercicio de la libertad?
¿Si ambas partes son libres y mayores de edad, cambiando compañía o sexo por una estilo de vida, tenemos algo que decir?
Hay, desde luego, frecuentes asimetrías de edad, poder, motivación, falta de voluntad ética, etc. Y una situación de dependencia económica, salvo que se considere un oficio, un trabajo que merece ser pagado.
¿Pueden cumplirse en estos casos las características que propone Habermas para estos acuerdos o consensos? Casi me da la risa o ganas de llorar, cuando he escrito esta última pregunta ¡Para filosofías y ética está la cosa!
El tema de la prostitución tiene fronteras muy difusas. Como al aborto, no tiene buena solución. Los dogmatismos en España no permiten llegar a acuerdos legislativos sobre lo que es menos malo.
Tenemos dos extremos que están seguros de tener la verdad, incluso sobre estos asuntos. Y en eso que llamamos centro, piensan más en las elecciones que en el acuerdo y los consensos.
Unos precipitan leyes desde su ignorancia arrogante y sus dogmas para cambiarnos la vida. Los otros ya anuncian que las cambiarán.
La biblia ya hablaba de la torre de Babel. Eso parece nuestro parlamento. Uno hace una pregunta y, con frecuencia, la respuesta no tiene nada que ver con la pregunta.
Todo parece indicar que nos tienen por tontos ¿Lo somos?