OPINIóN
Actualizado 18/02/2023 09:19:25
Eusebio Gómez

Santa Teresa de Jesús, es, sin duda, una de las grandes mujeres de la historia. En una sociedad como la actual, en que la experiencia de Dios se descifra y estudia desde el plano psicológico es interesante leer a Teresa de Jesús que, con una lucidez extraordinaria, aborda el problema de la experiencia de Dios en el hombre, pasando por todos los ámbitos en los que esta experiencia se manifiesta, incluido por supuesto el plano psíquico. Desde el mismo inicio del cambio, cuando empieza a "darse cuenta" de las cosas, a ser más consciente de cómo vive, hasta la experiencia del desposorio místico, pasando por la oración de quietud y de unión, Teresa explica paso a paso el trayecto de un "Camino" que cambia y transforma al ser humano, un camino de oración, de humildad y amor que nos conduce a la meta ansiada de la "Perfección" de Hijos de Dios.

Teresa es buscadora y andariega, orante y comprometida, amada y amante. Su vida deslumbra y entusiasma, por ser una mujer fuerte, por ser una castellana recia, por ser una andariega incansable y por ser una apasionada de Dios. Muchos corazones se identifican y palpitan al unísono con el de Teresa en ese inmenso amor de Dios. Y cuando se ha experimentado al Dios de Teresa, se hace imposible vivir sin él y para él, sin “tener los ojos puestos en él” (V 35,14; C 26,3-4) y sin darse “del todo al Criador poniendo nuestra voluntad en la Suya” (V 32,9).

Si le preguntáramos a Teresa si cree en Dios, respondería con su vida, diciendo que para Él nació y es toda de Él. Teresa siente la presencia de Dios en todos los rincones, sabe del paso de Dios por su vida y eso lo narra maravillosamente. Es consciente de que todo es gracia, pero también sabe que necesita esforzarse y animarse para seguir a Dios. Es doctora de la Iglesia, y más que en dogmas y en teorías, lo es en la praxis. Su testimonio vivido nos entusiasma, nos hace crecer en el anhelo de Dios y, en definitiva, nos pone a orar y amar.

Es fácil, muy fácil, dejarse contagiar por Teresa en su búsqueda de Dios. Su lectura deslumbra y entusiasma y su magisterio termina por enseñarnos la gran ciencia de la vida espiritual. Aprender de esta maestra se torna sencillo y gratificante pese al esfuerzo de la empresa que se acomete cuando uno se inicia en el camino de la oración.

Ella vivió como una aventura de caballeros andantes (al estilo de los descritos en el Quijote) su propia vida, peleando contra sí misma, contra todo lo que podía separarla de Dios y finalmente en los últimos veinte años dejó España sembrada de conventos como una herencia de su estilo de vivir la oración.

Teresa escribe, como ella misma asegura, para engolosinar y consolar a los que llevan vida de oración, para aleccionar a sus hijas, las carmelitas, para edificar a las almas y para cumplir obediente, el mandato de sus confesores. Como decía Pemán: "su escribir es parte de su hacer". Escribiendo, desvela y muestra el testimonio de quien ama la verdad y la vive. Una verdad que ella cifra en la acción de Dios sobre el alma humana, una acción amorosa y transformadora. Y lo hace con gracia y con la misma naturalidad con la que habla, deseando tener muchas manos para poder dar a entender lo que había aprendido de su Maestro celestial, su "libro vivo", Cristo.

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