La Plazuela del Buen Alcalde se llenó de música con la cual se animaron a mover el cuerpo muchos de los presentes
Estaba todavía en marcha el pregón de Domingo Delgado de la Cámara sobre las tablas del Teatro Nuevo Fernando Arrabal cuando a las puertas del recinto se empezó a desatar la fiesta callejera, de la mano de la pregonera de las Casetas de la Plazuela del Buen Alcalde, Mercedes Campos Roncero, y toda su peña, Los Farinotas, que habían acudido como marca la tradición a recoger a la Corporación para dirigirse a su cita.
Normalmente, este pasacalles está acompañado por la Rondalla III Columnas, pero este año ‘no hizo falta’, porque los propios Farinotas pusieron la música desde un gran carro, que encabezó el trayecto por la Rúa del Sol, la Plaza Mayor y la calle Julián Sánchez hasta la Plazuela, donde esperaba un número bastante amplio de mirobrigenses, algo favorecido por la buena temperatura que hacía para estas fechas del año (ni pizca de frío).
Uno de los miembros de las peñas de las Casetas, Joaquín Pellicer, se dispuso a presentar a la pregonera, pero esta vez la presentación estaba incluida dentro de un pregón totalmente diferente a lo habitual en ese espacio. Así, aunque aproximadamente duró el doble de lo normal, para nada se hizo largo, porque Mercedes Campos Roncero y toda su peña propiciaron que todos los presentes se arrancasen a bailar constantemente canciones muy conocidas que salpicaron su intervención.
Precisamente, esa música -y otros sonidos varios- le dieron un toque diferente a la narración, en la que la pregonera tuvo muy presente a sus Farinotas y al resto de asistentes, porque “queremos que el pregón sea vuestro, que no os limitéis a estar detrás de la barrera”. Tras recordar cómo la designaron pregonera (lo definió como un “regalo muy especial”) y evocar que las casetas apostaron hace 29 años por mujeres como pregoneras, “adelantándoos a todas las leyes de igualdad actuales”, dio algunas pinceladas sobre su vida personal.
Especialmente, se centró en “el tiempo que me ha tocado vivir”, recordando que pertenece a la generación del ‘baby boom’ y al barrio de San Cristóbal, resaltando que “toda nuestra vida giraba en torno al barrio”, con un “auténtico microclima vital y social” en la calle Lorenza Iglesias. A partir de ahí, enumeró todos los establecimientos que había (e incluso otros lugares como los dos conventos).
De ahí ya pasó a hablar del Carnaval, cuando “todo cambiaba”, apuntando que para ella “viene marcado por el ritmo emocional y las cadencias cambiantes de nuestra Campana Gorda”, y que “han sido siempre calle, disfraz y la música”, con prioridad para el disfraz, cuyo “gusanillo lleva conmigo desde pequeña”. Así, relató su relación con el disfraz en diversas épocas hasta la actual con Los Farinotas, con el objetivo de “vivir el Carnaval plenamente: al igual que sin toros no se entiende nuestro Carnaval, nosotros no lo entendemos ni lo visualizamos sin disfraz”. Por ello, animó a todos los presentes a disfrazarse, dándoles unas cuantas ideas.
Por otro lado, dijo que “el Carnaval es más necesario de lo que creemos; es libertad, sátira, picaresca, y crítica”, pidiendo a todo el mundo que “no seáis cenizos” y “no seáis capullos, sed mariposas” (una gigante estaba enganchada a la farola junto a la que pronunció el pregón), y que por el contrario abran las puertas a la fiesta, el baile, la danza, el amor, la libertad, la amistad, el respeto, el sabor, la locura, la picardía, el entendimiento, el buen yantar, la ironía, el humor, la vida, al Carnaval en general, y a la música.
Finalizada la intervención, se hizo entrega a la pregonera de dos ramos de flores, uno en nombre de todas las Casetas y otro de un admirador, antes de tomar la palabra el alcalde Marcos Iglesias para declarar inauguradas las casetas, aprovechando en esos momentos para hacer hincapié en uno de los mensajes de la pregonera: que hay que disfrazarse más.