El pregonero propone que los festivales del Carnaval se sustituyan también por novilladas
Una vez proclamado Samuel Navalón Blanco como Triunfador del Bolsín Taurino 2023, el acto de la institución en el Teatro Nuevo Fernando Arrabal del Ciudad Rodrigo continuó con su pregón carnavalero, a cargo de Domingo Delgado de la Cámara, quién fue introducido por el presentador, José Ramón Cid Cebrián. En ese momento, todos los miembros del Bolsín que estaban sobre el escenario, así como los novilleros, bajaron al patio de butacas, para poder ver las imágenes que se fueron proyectando como guía de la intervención del pregonero.
Domingo Delgado de la Cámara ofreció como pregón toda una clase magistral de historia taurina, ilustrada con múltiples fotografías, que sirvieron como complemento a su narración ‘sin papeles’ (aunque tenía un amplio guión preparado) sobre “cómo ha evolucionado el aprendizaje del toreo; cómo ha sido la vida del aspirante a torero desde que la corrida a pie profesional se constituyó como espectáculo de masas hace trescientos años”.
Ensalzando que el Bolsín es “una institución entrañable que hace mucho bien a la Fiesta Nacional” (“es digno de alabanza que un puñado de aficionados altruistas se desvelen por ayudar a los muchachos que empiezan”), Domingo Delgado fue desgranando las tres etapas “claramente diferenciadas” por las cuales ha pasado el aprendizaje del toreo.
La primera es la de “los sufridos banderilleros” en los siglos XVIII y XIX, cuando “si un muchacho quería llegar a ser matador de toros, antes debía integrarse como banderillero en la cuadrilla de un torero de prestigio”, comenzando “un lento aprendizaje que solía durar muchos años”, todo ello en una época en la que “no había novilladas tal y como nosotros las conocemos actualmente”. De los que se formaron como matadores con esa fórmula, destacó a Rafael Molina “Lagartijo” y Rafael Guerra “Guerrita”.
La segunda época, en el siglo XX, es la de “el matador de novillos toros”, que se inició con la prohibición por parte del jefe de gobierno, el conservador Antonio Maura, de las capeas, lo que dio pie a que se multiplicasen las novilladas “y se celebrasen hasta en la última aldea”, teniendo desde principios del siglo XX “la exacta configuración que todos conocemos”. De esta época, que tuvo su “edad de oro” a mediados de siglo, el pregonero resaltó los nombres de Julio Aparicio y Miguel Báez ‘Litri’. Según explicó, la abundancia de novilleros estrella “también se explica por el achicamiento del toro” como consecuencia de la Guerra Civil.
En esta época, mencionó el nacimiento del Bolsín, tras el cual han surgido otros, “pero ninguno tiene ni la tradición ni el sabor del de Ciudad Rodrigo, cuidado con mimo por un puñado de aficionados ejemplares y en una ciudad de belleza deslumbrante”. Cerrando esta etapa, mencionó como “otro hito en el mundo de la novillería” la aparición de Manuel Benítez ‘El Cordobés’.
La última época, ya en el siglo XXI, es la de las escuelas de tauromaquia que “han florecido a lo largo y ancho de la piel de toro”, de tal modo que “actualmente el modo casi único de aprender la profesión taurina es ingresando en una escuela”, mencionando que es algo “más antiguo de lo que nos pensamos”, ya que hubo una Real Escuela de Tauromaquia de Sevilla de 1830 a 1833, aunque tuvieron que pasar 143 años para que se fundase la siguiente oficial, la de Tauromaquia de Madrid, de la que salieron Joselito o El Juli. A partir de ahí, “el ejemplo de Madrid fue puesto en práctica en otros puntos”.
El pregonero mencionó que el problema principal de los novilleros es cuando debutan con picadores y abandonan la escuela, porque “se organizan muy pocas novilladas con picadores”, apuntando que “el problema principal de la Fiesta es el de inviabilidad económica de las novilladas; son una ruina para quién las organiza”, y “si esto no se resuelve, supondrá el fin de la Fiesta a medio plazo porque se hará imposible la renovación del escalafón de matadores con nombres nuevos”.
Urgiendo a hacer “un gran acuerdo en pro de las novilladas”, propuso al Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo que todos los festejos taurinos vespertinos del Carnaval sean novilladas, porque “los festivales actuales no tienen mucho sentido; a un matador de toros le aporta muy poco matar un novillo”. Además, por las fechas, “podría ser un trampolín excelente para catapultar a los novilleros justo en el inicio de la temporada”. Como propuesta concreta, planteó dejar la novillada sin caballos del Bolsín y transformar los otros tres festejos en novilladas picadas “con los novilleros más punteros y dando oportunidades a los locales”.
Finalizada la aplaudida intervención de Domingo Delgado, le fue impuesta la insignia del maletilla por parte del patriarca bolsinista, Miguel Cid Cebrián, quién se encargó de cerrar el acto con una intervención en la que para empezar apuntó que en la primera tienta ya dijo que el a la postre triunfador del certamen era “claro finalista: me llamó la atención y no sólo por el apellido”.
Tras recordar el premio a la Tauromaquia concedido al Bolsín, volvió a mencionar la propuesta de creación de un Museo del Carnaval, comprometiéndose a donar al mismo (“lo dejaré también por escrito a mis herederos”) todos los cuadros y fotografías inéditas de su propiedad que figuran en el libro que ha escrito junto a su hermano José Ramón Cid, así como los libros que han usado. Por último, invitó a cualquier persona que tenga algo que donar a ese Museo, que lo haga: “se tiene que rellenar con aportaciones de los mirobrigenses”.