OPINIóN
Actualizado 15/02/2023 08:06:15
Juan Antonio Mateos Pérez

No hay nada permanente salvo el cambio.

HERÁCLITO

El dinero que uno tiene es el instrumento de la libertad; el que uno persigue

es el de la servidumbre

JEAN-JACQUES ROUSSEAU,

La localidad suiza de Davos acogió de nuevo, entre el 16 y el 20 de enero, el encuentro anual del Foro Económico Mundial para el 2023, bajo el lema "Cooperación en un mundo fragmentado". Con la vuelta a la normalidad después del COVID-19, nos están anunciando el retorno de los antiguos riesgos mundiales: la inflación, el coste de la vida, las guerras comerciales, las salidas de capital de mercados emergentes, los disturbios sociales generalizados, el enfrentamiento geopolítico, y la sombra de la guerra nuclear.

Estos riesgos se están ampliando con insostenibles niveles de deuda, una nueva era de bajo crecimiento, de bajada de la inversión y desglobalización, con una disminución del desarrollo después de décadas de progreso, y la creciente presión por las ambiciones de contención del cambio climático.

Por lo tanto, la realidad a la que volvemos está afectando los medios de subsistencia de una población mucho más amplia y desestabilizando más economías del mundo, especialmente las comunidades históricamente vulnerables. La crisis de suministro de energía, la inflación creciente y la crisis de suministro de alimentos. Muchos países de bajos ingresos se enfrentan a múltiples crisis: deuda, cambio climático y seguridad alimentaria.

Según el informe de Oxfam Intermón, El 1% más rico acumula el 63% de la riqueza producida en el mundo desde 2020. Los beneficios empresariales están agravando esta crisis de coste de vida. A finales de 2022 los márgenes de las empresas eran un 60 % superiores a los observados a finales de 2019, mientras los salarios apenas habían crecido un 4 %. La actual crisis de precios es también una crisis de desigualdad. Según el Banco Mundial, podríamos estar ante el mayor incremento de la pobreza y desigualdad entre países desde la Segunda Guerra Mundial. Países enteros se encuentran al borde de la bancarrota. Los más pobres destinan cuatro veces más recursos al servicio de la deuda (en manos de países ricos acreedores) que a los servicios de salud pública.

También dedica un apartado para nuestro país, afirma Oxfam Intermón, que mientras los salarios pierden peso y capacidad de poder adquisitivo, las grandes empresas aumentan beneficios y la riqueza en España sigue concentrándose en manos de unos pocos. En muchos hogares cuesta mucho llegar a fin de mes debido a la fuerte inflación que ha reducido el poder de compra. Al mismo tiempo, los salarios en términos reales caen a niveles similares a los vividos durante los peores años de la gran crisis iniciada en 2008, y son ya un 4 % inferiores a los de entonces. En España como en otras partes del mundo también hay pobreza acompañada de exclusión social, no hace falta asomarse a los informes, cualquier paseante puede comprobar las colas en los bancos de alimentos y en los comedores sociales.

La línea de la pobreza se ubica de forma diferente según la persona o institución. El Banco Mundial sitúa el umbral de la pobreza para los países pobres en un dólar al día y otros organismos lo hacen en dos euros. Pero debemos tener en cuenta la pobreza relativa, que se calcula por comparación con un nivel de vida considerado estándar para la población a la que se refiere. En España podríamos considerar pobre a una familia que no puede comprar el material escolar de sus hijos o que no puede alquilar una vivienda. En nuestro país, así como en la CEE, se ha fijado el umbral de la pobreza relativa en el 60% de la mediana de los ingresos por unidad de consumo.

Amartya Sen, comenta que la pobreza, no solo es una falta de ingresos sino ausencia de varios tipos de libertad: la falta de libertad para obtener como mínimo unas condiciones de vida satisfactorias. Los bajos ingresos son, sin duda alguna, un factor importante, pero también lo son la falta de escuelas, la ausencia de instalaciones sanitarias, la ausencia de medicamentos, la subordinación de la mujer, situaciones medioambientales peligrosas o la falta de empleo (que afecta a algo más que los ingresos). Por lo tanto, reducir la pobreza implica ampliar y fomentar todas esas prestaciones, imprescindibles y necesarias para vivir con dignidad y superar las desigualdades.

Hoy más que nunca debemos desplegar la esperanza y la solidaridad en estos tiempos de pobreza y empujar entre todos a los agentes del cambio. Estos agentes suelen ser complejos e impredecibles, pero muchos procesos de cambio requieren la acción de los que detentan el poder. Y Esto suele ser complicado, ya que muchas veces implica la creación y el mantenimiento de coaliciones de grupos diversos, muchos de los cuales pueden estar en desacuerdo en muchos asuntos. Sin embargo, la experiencia sugiere que las coaliciones a menudo son esenciales para ganarse a la población crítica política y social necesaria para efectuar el cambio.

No son los pobres los que causan la pobreza, sino los procesos económicos y sociales ineficaces, con modelos incapaces de evitar el desempleo y un trabajo de calidad. La gente no quiere caridad, sino poder trabajar dignamente, un empleo con derechos y protección. Para ello se requiere mucho diálogo entre todos, porque es necesario dar voz a los más pobres y solucionar sus problemas. Un diálogo tripartito entre los gobiernos, las empresas y los trabajadores que lleguen a compromisos serios para generar un trabajo decente globalizado, que ayude a mejorar la productividad y la capacidad de consumo de los trabajadores.

La manera de eliminar esta brecha y avanzar en la justicia social, es desarrollar y ampliar los derechos sociales, hoy más que nunca, parece necesario el acceso a la vivienda y al trabajo digno. Pero también, dar pasos hacia un ingreso básico, un sueño precioso hacia la justicia social, que permita a los más excluidos vivir con dignidad. El ingreso básico es un pilar fundamental de una sociedad libre, en la que la verdadera libertad es necesaria para prosperar mediante el trabajo y más allá del trabajo. Con él se valorarían todas las actividades realizadas por muchas personas en nuestras sociedades, que son trabajo, pero no empleo y que los mercados no tienen en cuenta. Debemos soñar en un mundo mejor e implantar una sociedad en base a la solidaridad y la subsidiaridad.

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