OPINIóN
Actualizado 15/02/2023 08:17:37
Marcelino García

El uso de niños y niñas en contextos de conflicto armado es un flagelo que persiste en más de 15 países en el mundo, con cifras altas pese a ser un delito del cual no se cuenta con reporte completo por no ser denunciado siempre.

Michelle Calderon Rojas

Defensora de los Derechos Humanos

A propósito de la conmemoración del Día Internacional contra el uso de niños soldados, el 12 febrero, Amnistía Internacional lanza un clamor a los actores de la guerra para que cesen de involucrar a los niños y niñas en conflictos armados. Los conflictos armados alrededor del mundo no son un asunto menor, de acuerdo con el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) se estima que en el año 2021 hubo conflictos armados activos en al menos 46 estados, entre los cuales destacan Afganistán, Yemen y Myanmar, Nigeria, Etiopía, México, Siria, República Democrática del Congo, Brasil, Somalia, Irak, Burkina Faso, Sudán del Sur, Mali, Sudán, República Centroafricana, Níger, Camerún, Pakistán, Colombia, Mozambique y Filipinas, India, Pakistán, Armenia, Azerbaiyán, Kirguistán, Tayikistán, Israel y Turquía.

Con este panorama puesto de manifiesto, la utilización de niños y niñas en contextos de guerra es un fenómeno que persiste, de acuerdo con el informe de Unicef: 25 años de Conflictos Armados y la Infancia; en el reclutamiento y utilización de niños y niñas se han contabilizado 93.000 desde el año 2005, por parte de grupos actores de la guerra, en por lo menos 15 países, siendo los más afectados Sudán del Sur, Somalia y la República Democrática del Congo.

De acuerdo con el Secretariado General para los niños y los conflictos Armados de la ONU, los principios y compromisos de París relativos a los niños asociados a fuerzas o Grupos Armados adoptados en 2007, y liderados por el Gobierno de Francia y Unicef, establecen la vinculación a conflictos armados así: «Un niño asociado con una fuerza armada o un grupo armado se refiere a cualquier persona menor de 18 años que sea o haya sido reclutada o utilizada por una fuerza armada o un grupo armado en cualquier capacidad, incluidos, entre otros, niños, niños y niñas, utilizadas como guerreras, cocineras, (…). No se refiere únicamente a un niño que participa o ha participado directamente en las hostilidades».

De acuerdo el informe de Unicef antes citado, los roles que se ven obligados a asumir los niños van desde combatientes, cocineros, espías y guardias hasta su uso en favores sexuales. Esto atenta contra el Derecho Internacional Humanitario que ha establecido que los niños y niñas son sujeto de derecho de especial protección, y pone de manifiesto la violación de múltiples derechos humanos a este importante grupo poblacional.

Las Naciones Unidas, en el mismo informe, establece que ha verificado en los últimos cinco años el reclutamiento y la utilización de aproximadamente 8.756 niños y niñas al año (8.521 en 2020), identificando que hasta el 80% de los niños y niñas han sido reclutados por actores no estatales. Sin embargo, según el informe de Unicef, en algunos países existe una fuerte incidencia de fuerzas estatales siendo responsables de aproximadamente el 5% de los casos. Para el caso de Afganistán, Somalia y el Yemen (alrededor del 15% cada uno), Sudán del Sur (36%) y Myanmar (84%).

Ahora bien, los principios de París recién mencionados buscan generar estrategias para combatir el reclutamiento y la utilización ilícita de niños y niñas en la guerra, por medio de acciones tales como «emprender campañas informativas dirigidas a las fuerzas y los grupos armados, respaldar las alternativas a la asociación de los niños y las niñas con fuerzas o grupos armados, como programas educativos y de formación profesional, apoyar la reducción de los conflictos en las comunidades locales, tipificar como delito el reclutamiento de niños en la legislación nacional, sensibilizar a las comunidades sobre los factores que aumentan el riesgo de que los niños y las niñas se vinculen a fuerzas o grupos armados. Crear conciencia acerca de las diferentes necesidades de los niños y las niñas, y de los distintos riesgos que corren, sobre la base de un análisis de las cuestiones de género. Planificar los procesos de liberación de tal modo que se lleven a cabo con la mayor celeridad posible. Adoptar un enfoque inclusivo y priorizar la reunión de las familias. Prestar ayuda para facilitar la reintegración plena de los niños y las niñas a la vida civil», entre otras.

Algunos han sido capturados, otros se han visto volcados a huir de la pobreza o de duras privaciones de múltiples magnitudes quedando con el único camino de la guerra. Adicional a esta grave situación, los niños y niñas sufren una revictimización en el sentido en que muchas veces suelen ser detenidos, lo que implica un doble flagelo no sólo por su utilización en el marco de los conflictos armados, sino por el hecho de pasar a ser presos y no recibir el trato de víctimas durante su periodo de vinculación al conflicto, situación que quedó establecida en los Principios y Directrices de París –consignado en la resolución 2427(2018) del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas-, incluidos los que puedan haber cometido delitos.

En este sentido, Amnistía Internacional, en vísperas de la conmemoración del Día Internacional contra el uso de niños soldados, llama a todos los actores involucrados en los conflictos armados a que no se involucre a los niños y niñas, que se respeten sus derechos humanos y se les permita ejercer su rol como seres merecedores de oportunidades y de la realización de sus proyectos de vida. Es necesaria la prevención del reclutamiento y en el caso de los niños que ya han sido vinculados es necesario garantizar su liberación y reintegración a la sociedad civil con garantía de no repetición.

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