OPINIóN
Actualizado 12/02/2023 21:48:00
María Jesús Sánchez Oliva

Ni el poder empezar a olvidarnos de las mascarillas después de tres años, ni la trifulca dentro del Gobierno por la Ley del Solo Sí es Sí, ni la polémica Ley de Bienestar Animal, ni la tan traída y llevada del derecho al aborto, ni las mayúsculas estupideces de nuestros políticos ni sus minúsculos aciertos, todos los asuntos domésticos han quedado velados esta semana por el atroz terremoto que han sufrido Siria y Turquía.

En las catástrofes también hay diferencias

Turquía no tardó en recibir ayuda humanitaria. Siria, un país que para mayor desgracia lleva más de una década en guerra, ha tardado varios días en recibirla: lo impedía el Régimen. Ni víveres, ni ropa de abrigo, ni hospitales de campaña, todo tenía que pasar antes por sus manos, seguramente para socorrer a los suyos en primer lugar.

La culpa de tanta desgracia no es solo de los terremotos

Da pavor conocer la cifra de muertos que crece hora tras hora, de heridos que morirán o quedarán mal para siempre, de familias enteras desaparecidas bajo los escombros, de viviendas caídas y en riesgo de caer, de hombres, mujeres y niños que lo han perdido todo y de zonas intransitables, pero en esta ocasión, como en todas, la culpa de tantas y tan dolorosas pérdidas no es solo de los seísmos, es, también, de las malas construcciones, de la superpoblación, de la pobreza, de la miseria, de la falta de hospitales bien equipados y otros servicios básicos. Aunque este terremoto ha sido de los peores, desgraciadamente no es la primera vez que los ha habido graves, pero nunca se caen los confortables hoteles de firmas extranjeras para el turismo, las residencias de los embajadores o los palacios de los mandamases. Evitar terremotos no es posible, pero minimizar las consecuencias sí lo es, bastaría con gastar en construir lo que se gastan en destruir.

Otros daños importantes

A la lista de daños también hay que sumarle otros que no dejan de ser importantes. Muchos lugares de valor arqueológico y de patrimonio cultural de Siria y

Turquía han resultado deteriorados. Dos de los sitios de patrimonio que más preocupación causan son el castillo de Gaziantep, en Turquía, y la ciudad de Alepo, en Siria. También la antigua ciudad de Palmira ha sufrido grietas y derrumbes que se suman a los sufridos por esa guerra que ni el terremoto consigue que le pongan fin.

Entre tantas sombras también brilló la luz

Entre tantas sombras también ha brillado la luz gracias al espléndido trabajo de los bomberos, militares, cooperantes, personal sanitario y voluntarios que no tardaron en llegar a las zonas más castigadas. Durante unos días han dejado de ser personas normales para convertirse poco menos que en ángeles, porque ángeles serán siempre para los que han conseguido salvarles la vida. Y en nombre de todos justo es darles las gracias una y mil veces, gracias porque hacer lo que han hecho entre tanto desorden, tantos escombros, tanto frío y tantas dificultades es algo tan difícil como poder olvidar tanta tristeza, tanta desesperación, tanto horror.

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