BRACAMONTE
Actualizado 05/02/2023 12:52:19
Redacción

Este empresario mira con preocupación el horizonte que se le presenta a un sector histórico, marcado por la caída de población y el aumento de los gastos

El comercio de cercanía, el que todos conocemos coloquialmente como ‘la tienda del pueblo’ es sin duda uno de los epicentros sociales del medio rural y un lugar en el que el esfuerzo diario es mucho más que levantar la persiana cada mañana, siendo este el ejemplo más literal de la subsistencia de estos históricos negocios que hoy, con la nueva realidad que presentan los municipios, es hablar de supervivencia.

Ejemplo de esto lo encontramos encarnado en José Guerras, otro de esos enamorados de su trabajo y de la vida en su Macotera, de la que además enseña la vida a cada momento a través del objetivo de su cámara.

Pero la experiencia de José tras el mostrador de su tienda viene de muy atrás ya que, tal y como recuerda, “mi negocio comenzaba con una pequeña tienda en el barrio de Santa Ana en el año 1987, ofreciendo pescado, fruta y ultramarinos básicamente”. Un negocio que poco a poco fue cogiendo forma y fuerza y que ha vivido muy buenos momentos, siendo uno de los puntos neurálgicos de la vida macoterana, en la que cada mañana, como si de un rito se tratara, comenzaban a llegar los vecinos en romería para comprar sus productos y, como no, ponerse al día en sus cuestiones de barrio, otra de las esencias mas únicas de este negocio rural.

“El negocio lo llevo yo solo, pero hubo momentos de la vida en la que mi mujer se tuvo que dar de alta en la seguridad social por una meningitis que tuve, otra vez por una hernia discal que me tuvo medio año de baja, y últimamente con covid, pero de manera habitual he sido yo solo el que cada día se pone al frente de la tienda” explica José Guerras, detallando que un día cualquiera en su negocio “comienza a las cinco de la mañana, cuando suena el despertador y me pongo en marcha para ir al mercado de Salamanca a comprar género. Después regreso, coloco y preparo y a las nueve de la mañana abro las puertas hasta las dos de la tarde, de lunes a sábado”.

Jornadas maratonianas que hoy, con la cruda realidad que vive el medio rural y la practica totalidad de nuestros pueblos no hace mas que ofrecer una visión de supervivencia complicada, algo que en la actualidad sitúa este gremio al borde de su merma o desaparición ante la falta de gente. “Mantener los negocios en los pueblos sinceramente lo veo muy negro porque no hay porvenir, la juventud se marcha a las ciudades y solo queda la gente mayor. Y negocio que se cierra no se vuelve abrir, eso no falla” explica José quien hoy, a sus 63 años, ve con cierta emoción el posible final de este histórico comercio. “Falta gente y además son tantos los impuestos que tenemos que no se si podré aguantar hasta la jubilación. Y será otro negocio que se cerrará en el pueblo”.

Pero más allá de esto, la sociedad tenemos una parte mas que destacada de responsabilidad en que negocios como el de José Guerras puedan continuar adelante y salvar la complicada situación económica que manejan. “Últimamente la gente hace las compras grandes fuera del pueblo, esto es una realidad” afirma rotundo, mientras añade una reflexión personal sobre ello, “solo me gustaría dar un consejo a la gente…Que piensen en los padres y en los abuelos y cuando se cierren los comercios en los pueblos. Si permitimos que llegue ese momento es cuando se darán cuenta lo necesarios que eran pensando en esas personas mayores” afirma, añadiendo que “un pueblo sin comercios es un pueblo muerto, ayudemos a mantenerlos. No dejéis de comprar en el comercio de vuestro pueblo”.

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