OPINIóN
Actualizado 26/01/2023 08:14:32
Eusebio Gómez

Hay amores que matan, pero los hay que dan vida y engendran vida.

Uno de tantos, de los que no pasan a la historia, pero sí la hacen más humana y más divina, fue el de Manuel y Ana. Su amor se forjó a fuerza de altos y bajos, a base de alegrías y sufrimientos. Manuel desarrolló una enfermedad incurable y le fue imposible continuar viviendo en casa. Entonces Ana, con pena, eligió una residencia para él. Todos los días conducía cerca de cincuenta kilómetros para estar con su marido, para ver al hombre que amaba. Esta fidelidad le supuso dejar muchas cosas por hacer en casa, rechazar muchos compromisos sociales y abandonar su sueño de viajar cuando se retiraran.

Hemos de agradecer a muchas personas su fidelidad al compromiso de amor. Ellas son para nosotros brisa en horas de fuego y lluvia en tiempo de sequía. Su fidelidad hace que nuestra entrega sea más generosa. “La fidelidad, dijo A. Schweitzer, es el poder interior de la vida que nos permite comprendernos. Si observas, verás qué pocos son fieles. Sin embargo, mientras miro a esos pocos, deseo ser más fiel que ellos”.

Son esos pocos fieles los que, con su vida, nos aseguran que la fidelidad a los amigos, al compromiso en el matrimonio o a la vida de célibe es posible. Todos ellos son como chispas de la fidelidad de Dios. C. Thomas se expresa así: “La fidelidad no engaña, ni traiciona, ni abandona. Por el contrario, es la característica de las personas que inspiran sentimientos de confianza”.

La Biblia nos habla del amor de Dios, de su fidelidad. El libro de Nehemías es un homenaje a la presencia amorosa del Dios fiel que nunca falla a su pueblo. El capítulo 9 contiene una oración que se originó como una letanía.

Nehemías se expresa así: “Has mantenido tu palabra porque eres justo; cuarenta años los cuidaste en el desierto y no les faltó nada; eres el Dios de los perdones, clemente y entrañable, tardo a la cólera y rico en bondad. No los abandonaste. Les diste tu buen Espíritu para instruirlos”.

Dios nos da ejemplo de su fidelidad. Él es el amigo que nunca falla, el que se mantiene fiel de generación en generación, no se enfada, perdona siempre, no nos vuelve la espalda, no nos deja en momentos de dificultad. Siempre nos acoge. Siempre tiene tiempo para nosotros, está pronto para escucharnos, para darnos su apoyo. Nos quiere como somos, con nuestras luces y sombras. Su amor es eterno, desinteresado, nos ama sin condiciones. Y siempre se mantiene fiel; su amor dura por siempre.

Nuestros amores son más mezquinos. Si no vemos ganancia, arrojamos la toalla. Ponemos condiciones cuando decimos: “Te querré, si te conformas con mis ideales y valores; seré tu amigo, mientras hagas las cosas a mi manera; te apoyaré en la medida en que no me causes ningún sufrimiento; estaré, cuando me necesites, si no interfieres mi tiempo y mis programas; seguiré dándote regalos, si continúas agradeciéndomelo...”

Dios es siempre fiel a su amor. Muchas personas, como Manuel y Ana, son reflejos de su bondad y son, para todos nosotros, brisa de amor y paz para nuestro mundo quebrado por la infidelidad y la violencia.

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