OPINIóN
Actualizado 26/01/2023 08:15:12
José Luis Puerto

¿Y no pronunciarán el nombre de ‘libertad’ en vano? ¿Hablamos de lo mismo cuando hablamos de libertad?

Paul Eluard, representante de una cultura europea moderna, en ese hermoso y paradigmático poema, escribía la palabra libertad en sus cuadernos escolares, en la arena, en la nueve…, en definitiva, en la vida.

Porque, frente a quienes tratan de monopolizarla al pronunciarla, pero luego con los hechos la niegan, Paul Eluard y todos los creadores, como todos los seres humanos que adoptan la modernidad como lema, saben que la libertad es una conquista humana que presupone un mundo para todos, un mundo en el que quepan todos y todas.

Y ese mundo, como le hemos escuchado pronunciar estos días pasados a un actor, supone una apuesta por lo público, por el bien común, en lugar de por el negocio. Pues esa apuesta por lo público –con tantos enemigos hoy, que sutil, cuando no descaradamente lo atacan– es una apuesta por la protección de todos.

Porque la libertad no es la imposición de un modelo de sociedad donde se imponga la ley del más fuerte, a costa de tantos eslabones que han de supeditarse a esa lógica (o falta de lógica) y, para ello, esclavizarse a la hora de la verdad (precariedad laboral, falta de vivienda digna o imposibilidad del acceso a ella…).

¿Libertad para unos pocos y esclavitud para los muchos? No tendría que ir por ahí la dirección, tras un panorama histórico de tantas conquistas humanas, a base de privaciones, sacrificios, reflexiones, luchas…

Hay una tendencia de determinados sectores de nuestra sociedad tendente a apropiarse para sí signos, emblemas y términos, para que no sean de todos. Y, entonces, esa polisemia, esa pluralidad, esas perspectivas amplias, se vuelven monosémicas, unidireccionales, cerradas…, en definitivas, contrarias al bien común.

La libertad es polisémica, abierta a todos los significados que tengan que ver con la dignidad del ser humano, es de todos y para todos, como la vida, como la lengua, como el aire y el agua, como la tierra. De lo contrario, se está pronunciando en vano, se está haciendo un uso engañoso del término, se está utilizando como arma arrojadiza.

Y la libertad no es un arma arrojadiza, es un emblema de dignidad, vinculado con la paz, con la tolerancia, con las perspectivas abiertas; es una casa en la que cabemos todos, en la que todos podemos convivir.

¿Por qué no recorremos ese camino, polisémico, abierto, de todos y para todos, que propone Cervantes en El Quijote?

“–La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar; por la libertad … se puede y debe aventurar la vida.”

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