OPINIóN
Actualizado 21/01/2023 09:35:39
Julio Fernández

Ortega dejó muy claro a principios del pasado siglo que había dos Españas “trabadas en una lucha incesante: una España muerta, hueca y carcomida y una España nueva, afanosa, aspirante, que tiende hacia la vida y todo está arreglado para que aquélla triunfe sobre ésta. Porque la España caduca se ha apoderado de todos los organismos públicos”. Por desgracia, y como en otros muchos asuntos, el gran filósofo hizo un análisis muy certero de la realidad sociológica hispana y que después de un siglo sigue, más que nunca, vigente. Recuerdo también que fue Ortega quién a la muerte de Unamuno, aquél 31 de diciembre de 1936 vaticinó con sus palabras proféticas que: “la voz de Unamuno sonaba sin parar en los ámbitos de España desde hace un cuarto de siglo. Al cesar para siempre, temo que padezca nuestro país una era de atroz silencio”. Ese silencio y por mor de la España caduca, duró más de cuatro décadas.

En la arena política, la derecha y la ultra derecha siguen encarnando, por desgracia, la imagen de la España muerta, hueca y carcomida, porque, por un lado, se resisten a que los ámbitos sociales a quienes representan (las élites económicas y financieras y los sectores más reaccionarios de los poderes fácticos), pierdan los privilegios ancestrales heredados del Antiguo Régimen y, por otro, nunca han apoyado la aprobación de políticas públicas que amplían derechos individuales, sociales y económicos a todos los ciudadanos.

En los últimos días, los políticos de la derecha están ofreciendo una imagen lamentable en relación al cumplimiento de la legislación sobre el aborto por parte de la Junta de Castilla y león y la elaboración de un protocolo reaccionario que luego han ocultado porque han sentido vergüenza ajena debido a la alarma social generada. Un protocolo que intenta coaccionar a las mujeres que libremente han decidido interrumpir el embarazo en los plazos legalmente previstos (dentro de las 14 primeras semanas de embarazo, con carácter general). Un suceso que ha traspasado las fronteras de nuestro país, puesto que la vicepresidenta del Parlamento Europeo, Evelyn Regner, ha denunciado este esperpento en una intervención en la Cámara Europea, quién afirmó que se trata de “un ataque a los derechos de las mujeres, porque esta sólo es libre cuando decide sobre su cuerpo”, continuando con un mensaje claro y contundente: “lo que está ocurriendo en Castilla y León nos concierne a todos… Es inaceptable. Son manipuladores y condescendientes. Son medidas con efectos drásticos en la vida de las mujeres y que provocan miedo y coacción” y finalizando con un “rapapolvo” a los conservadores españoles: “la extrema derecha de Vox juega con la vida de las mujeres, y también sus partidarios políticos conservadores. El gobierno español ha conseguido cosas buenas para las mujeres: una auténtica decisión voluntaria. Tenemos que defenderlo”. ¿Han escuchado bien, señores Mañueco y Feijóo? Probablemente lo ignoren, como hacen siempre, sobre todo Feijóo, que nunca da la cara ante este tipo de situaciones, no se pronuncia claro, haciendo gala de una “zorrería política” sin precedentes; bueno, sí, ya lo practicaba también su maestro M. Rajoy.

La encarnación de la España muerta, hueca y carcomida también la cumple a la perfección la mandataria madrileña, Ayuso, quién está utilizando la presidencia de una comunidad autónoma (administración territorial en la que no cree, como la mayoría de los políticos de la derecha y la ultraderecha, siempre han sido centralistas y asumen egoístamente la descentralización del Estado porque les ha dado cómodamente unos sillones de poder; la prueba está en que utilizan más la bandera de España en estas regiones que la propia que identifica una región o una nacionalidad) para hacer oposición a la política del Ejecutivo nacional de Pedro Sánchez. A lo que aspira Ayuso, como muchos líderes que tienen una ambición enfermiza por conseguir el poder, es ser presidenta del gobierno de una España a la que le gustaría tener sometida; porque, en realidad, su sueño sería ejercer el poder absoluto y sin límites como en su día lo ejerció otra Isabel, la Católica. Ayuso se ha ganado a pulso el calificativo que le dedica uno de los diarios más prestigiosos del mundo, el Financial Times, “la incendiaria líder del gobierno regional conservador”. Hay que recordarles a estos líderes conservadores que no estamos en una monarquía absoluta de la época del “Príncipe” de Maquiavelo, sino en un Estado Social y Democrático de Derecho Constitucional del siglo XXI.

En cambio, la España nueva, afanosa y avanzada la han encarnado sistemáticamente desde la construcción del Estado de Derecho en España, los gobiernos progresistas, que han sido los más solidarios con la distribución de la renta y la riqueza, que practican los principios y valores de un Estado Social en lo económico para que las políticas públicas como la sanidad, la educación y los servicios sociales lleguen a todos los ciudadanos, sobre todo los más vulnerables; dignificando el salario mínimo interprofesional, mejorando sustancialmente las condiciones laborales de los trabajadores, incrementando las plazas en las ofertas de empleo público para policías, guardias civiles, médicos, maestros y funcionarios públicos en general o aumentando las pensiones de los jubilados; políticas públicas que son la esencia del Estado del Bienestar. Esto, por otra parte, también se consigue con un sistema tributario justo, inspirado en los principios de igualdad y progresividad, de tal suerte que contribuyan más lo que más tienen. Lo que han hecho los partidarios de la España caduca en este aspecto es bajar los impuestos para que se beneficien exponencialmente los más poderosos, poniendo en grave peligro las políticas públicas al disminuir de forma alarmante los ingresos del Estado. Es decir, para los ideólogos de la España caduca todo es negocio, como en una buena economía capitalista y ultra liberal y la sanidad, la educación o la atención a los mayores y más vulnerables no debería ser objeto de negocio, son derechos sociales que todos debemos tener por el mero hecho de ser ciudadanos. Recuerden, señores de la España caduca, lo que establece el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas, de 10 de diciembre de 1948: “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Aunque para la señora Ayuso todo esto sea “comunismo que haya que combatir con las reglas del mercado”.

Otro ejemplo de la España nueva y afanosa, que tiende hacia la vida, lo ha dado el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, esta semana en su intervención el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza). El organizador del evento, el noruego Borge Brende –curiosamente de ideología conservadora- en la presentación de Sánchez ha dicho que éste es una “voz imprescindible para Europa” y aplaudió públicamente la gestión económica de su Gobierno en España, un gobierno que está “a la cabeza en la transición ecológica y digital”. Copie usted, señor Feijóo y, de paso, vaya perfeccionando el inglés, usted que aspira a ser el presidente del gobierno de España. Le recuerdo que España es algo más que Galicia y tiene múltiples peculiaridades territoriales que desconoce.

Para terminar voy a volver a la España caduca y a lo último que ha hecho Feijóo en esta semana, que le identifica con lo más oscuro, rancio y caciquil de la sociedad decimonónica española. Este viernes 20 estaba citado para comparecer judicialmente en un juzgado de Salamanca por las irregularidades y presunta corrupción del PP de Salamanca en los últimos años. El jueves 19, el PP nacional, desde su sede de Génova 13 –la que se reformó con dinero negro y que Casado dijo que iban a abandonar para que nadie acusara al PP actual de amparar la corrupción- manifestó que no iba a comparecer Feijóo ante el juzgado. ¡Vaya morro! Y luego habla de transparencia y de colaboración con la justicia.

Esta es la doble moral de los líderes conservadores españoles que, como sabemos, están a años luz de los conservadores europeos y siguen engrosando las efemérides de la vieja y caduca España, aquélla que se pusieron por montera Franco, Sanjurjo, Mola y el resto de golpistas el 18 de julio de 1936 para imponerse por la fuerza a la España nueva que surgió de la Segunda República, para recuperar y mantener los privilegios ancestrales de los de siempre, aquellos que, por casta y tradición, se han considerado los dueños y señores de nuestra patria.

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