OPINIóN
Actualizado 12/01/2023 09:13:00
Manuel Rodríguez García Marogar

“Las pasiones humanas son un misterio… Los que se dejan llevar por ellas no pueden explicárselas, y los que no las han vivido no pueden comprenderlas. Hay hombres que se juegan la vida para subir una montaña… Otros se arruinan para conquistar el corazón de una persona que no quiere saber nada de ellos. Otros se destruyen a sí mismos por no saber resistir los placeres de la mesa… o de la botella. Algunos pierden cuanto tienen para ganar en un juego de azar, o lo sacrifican todo a una idea fija que jamás podrá realizarse. Unos cuantos creen que sólo serán felices en algún lugar distinto, y recorren el mundo durante toda su vida. Y unos pocos no descansan hasta que consiguen ser poderosos…” (Michael Ende “La Historia interminable”).

La idea matriz sobre la que asenté mis argumentos para escribir de fútbol fue aquella tomada a Giovanni Papini cuando escribió sobre “La Ignorática”, una ciencia inexistente que pretendía obtener la mayor información posible sobre aquello que desconocíamos. Pero para indagar sobre lo desconocido, entendí yo que primero había que inventariar todo aquello que pudiéramos saber, en este caso sobre el fútbol. Y en mi primer libro de 2009 me remitía a Di Stéfano cuando en el libro “El Maravilloso Mundo del Fútbol”, 1976, aparecían sus recomendaciones: “Tener la “semilla” del fútbol dentro de uno desde niño y acrecentarla día a día, mes a mes, año a año… El fútbol es práctica permanente. Hay que tener contacto con el balón en todos los momentos, por sobre todas las cosas. Para llegar a “crack” se debe tener alegría, ilusión, fe en uno mismo, mentalidad ganadora. Pero también es importante saber perder para sacar conclusiones serenas, que sirvan para corregir errores…” Se ampliaban los consejos de Di Stéfano, pero esta síntesis me parece suficiente.

Llegando a lo que nos dice Marcelo Roffé en su libro “Con la cabeza hecha pelota”: “El fútbol es probablemente el deporte más bello, el único capaz de combinar (como quien prepara un sabroso plato) ingredientes tales como el arte, la estética, la solidaridad y la emoción (entre otros), y además hay algo que debemos subrayar: es el único deporte que se juega con los pies exclusivamente”.

Claro que, por más vueltas que le demos a nuestros argumentos, siempre estará presente la idea irrenunciable del “jugar bien al fútbol”. Y ya hemos argumentado cientos de veces que si preguntásemos a cien entrenadores, cada uno nos daría su idea, su versión específica. Habría cien opiniones distintas. De lo que no podremos huir será de esta repetición que aún se escucha por ahí: “¡Prefiero ganar a jugar bien…! Como si fuera tan fácil jugar mal y garantizarse la victoria… Ya me gustaría escuchar a mi hijo: “¡Prefiero aprobar a estudiar bien…! Y, de pronto, sin estudiar bien va y aprueba…

Si hiciéramos la misma pregunta a los aficionados, o a los directivos, o a los periodistas, las discrepancias se multiplicarían, sin duda. Aunque, por simple lógica, cuando se gana es que se ha jugado, al menos, mejor que el contrario. Porque muchos partidos, aún jugando mal, tienen un ganador por deméritos del contrario. Otras muchas veces, jugando mal los dos equipos, habrá dos perdedores porque, sencillamente, se conforman tan sólo con un punto. Jugar a empatar, de salida, es jugar mal al fútbol.

Y acabamos en el camino del laberinto mental de siempre, ¿Jugar bien es jugar bonito? Esta asociación de ideas es una de las claves… Dante Panzeri, en su libro “Fútbol. Dinámica de lo impensado”, nos alertó: “Hay mucha gente que supone que el fútbol es un libro de cocina. Lo leemos, tomamos las ollas y los ingredientes, encendemos fuego y esperamos la comida”. ¡Anda, que no hay matices que forman parte del fútbol bien jugado…!

“Mezclando lo práctico con lo visualmente bonito, los equipos deben perseguir un objetivo irrenunciable: ganar los partidos. Ganar siempre”, decía Panzeri. Hay entrenadores que han ganado muchos partidos utilizando fórmulas que no se corresponden con el “juego bonito”. Su principio es jugar con la estadística. Piensan que a mayor número de llegadas directas a portería, más ocasiones de gol se tienen. Buscan un fútbol práctico, pragmático, antes que ganar no perder, primero la defensa y después el ataque, los jugadores con perfil luchador por encima de los creativos… Es un fútbol elemental, se olvidan del juego corto entre demasiados jugadores, propugnan el pase largo a delanteros muy rápidos, en fin todo aquello que predispone el máximo de aproximaciones en el menor tiempo posible. La cuestión es si este tipo de fútbol se considera bien jugado.

“Hay tantas pasiones distintas como hombres distintos hay”. (Michael Ende “La Historia interminable”).

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