OPINIóN
Actualizado 11/01/2023 07:54:27
Juan Antonio Mateos Pérez

La democracia no es una meta que se pueda alcanzar para dedicarse después a otros objetivos; es una condición que sólo se puede mantener si todo ciudadano la defiende.

RIGOBERTA MENCHÚ

El papel del ciudadano en nuestra democracia no acaba con el voto.

BARACK OBAMA

Como hace dos años por estas mismas fechas, asistimos atónitos en el asalto al Congreso de Estados Unidos por los partidarios de Trump. Como si se repitiera la historia, asistimos ahora al asalto a las instituciones democráticas en Brasil, por las mismas hordas de bárbaros, ahora partidarios de Bolsonaro. No hace ni una semana que Lula da Silva ha tomado posesión como presidente de Brasil, una de sus primeras acciones fue derogar el decreto sobre las armas en posesión del pueblo brasileño, comentando que "Brasil no puede y no quiere las armas en manos del pueblo. Brasil necesita seguridad, libros y cultura"

La extrema derecha, como sabemos por la historia, solo acepta la democracia si le favorece en las urnas, cuando pierden las elecciones acuden al golpe militar, usando a los militares o al pueblo, sobre todo, cuando las democracias pasan por momentos de debilidad. El propio presidente Lula calificó los hechos de “barbarie”, tomando medidas de urgencia con un decreto de intervención federal, anunciando un ejemplar castigo para “fanáticos fascistas”. Los tres poderes del país, ejecutivo, legislativo y judicial, junto con el ejército, han permanecido unidos, el objetivo era para el golpismo y defender la democracia y la Carta Constitucional de 1988.

El asalto de este domingo a las instituciones democráticas de Brasil y el de hace dos años al Capitolio, nos deben hacer tomar conciencia no solo del peligro de estos movimientos radicales y de ultraderecha, sino de la importancia de cultivar y desarrollar nuestras democracias, sobre todo, cuando cada día se están cuestionando los resultados electorales. Vivimos en tiempo de la posverdad, que como nos recordaba Adela Cortina, es una banalización de la mentira, quien tiene el poder suficiente se permite el lujo de mentir, además de dañar. La manipulación de la incertidumbre es la esencia de lo que está en juego en la lucha por el poder.

Estos movimientos radicales, fácilmente manipulables, cada vez mayores, denuncian una supuesta pérdida de la soberanía nacional en beneficio de las instituciones supranacionales, con un fuerte rechazo de las culturas minoritarias, revestido de falsos elementos religiosos. La clase política de muchos países, incluida Europa, está invirtiendo los principios de la democracia, hasta ahora basados en la constitucionalidad, igualdad ante la ley, libertades políticas y civiles, autonomía política, universalismo; desplazándolos hacia unos criterios económicos y mercantilistas, basados en el beneficio, la eficacia y la rentabilidad (Wendy Brown).

Proteger la democracia es todo un reto en nuestras sociedades donde los principios que la sustentan están en crisis. Los criterios económicos y mercantilistas, la globalización, el avance de los populismos, la competencia en el juego electoral, están mermando de forma sustancial la constitucionalidad, la igualdad, las libertades políticas y civiles o la propia autonomía política, desembocando en una democracia muy precaria y limitada. Esa realidad soñada, esos ideales han ido desdibujándose, más ahora, inmersos en la sociedad de la posverdad, donde la información y la comunicación se vuelve política, admitiendo la mentira como parte de las reglas de juego.

A todo ello debemos añadir, la incapacidad de la democracia de generar igualdad en el terreno socioeconómico, no solo desempleo, sino una fuerte precariedad en los trabajos, de ahí la lucha por el trabajo decente. También la incapacidad de hacer entender a los ciudadanos que su participación política es efectiva, con lo que muchos claudican de sus derechos y deberes. Torpeza para exigir a los gobiernos elegidos que realicen los programas que se presentaron a los electores y no hagan una política según otros intereses políticos o económicos. Por último, la incapacidad de equilibrar el orden con la no interferencia.

La democracia, a pesar de sus limitaciones y sus crisis, siempre despierta nuestras esperanzas. Muchos siempre serán incapaces de ver que es el mejor sistema en todas las circunstancias. Pero otros, vemos en la democracia el futuro. También, que es posible mejorar sus instituciones, de que todo lo que hay de valioso puede conservarse y mantenerse, pero lo que no funcione puede ser eliminado o reformado.

Los partidos políticos son importantes en las democracias, pero no suficientes. Se necesitan plataformas intermedias de ciudadanos que sean libres y dinámicas, con capacidad crítica, capaces de suscitar valores ciudadanos que puedan revitalizar y transformar las estructuras socioeconómicas y políticas caducas en base a la responsabilidad cívica. Posiblemente sea necesario demandar una democracia más verdadera, que sea más representativa, transparente y justa, que se adapte a la sociedad en la que vivimos, que es cada vez más compleja y globalizada.

Esas plataformas, así como los partidos políticos, deberán ir acompañadas de un nuevo despertar ético en la formación de sus representantes. El descuido de los valores y principios éticos, pueden poner en marcha los principales motores de la corrupción: la codicia, la avaricia y el anhelo de poder, enmarcados en una sociedad de consumo que exacerba el deseo de poseer, acumular riqueza y obtener placer. La ética supone claridad ante los problemas, eficacia para resolverlos y proyectos concretos para mejorar la sociedad, haciéndola más libre, más justa y humana.

La democracia siempre es un proyecto inacabado, debe ir más allá de la esfera pública y extenderse al conjunto de la esfera social. En el ámbito de la globalización, es necesaria la democratización y construir un nuevo espacio global. En este espacio los Estados deberán compartir la soberanía con actores sociales de naturaleza no estatal, como movimientos sociales o bien organizaciones no gubernamentales con fines sociales. En el contexto de la globalización, es posible una democracia global, como comentaba Amartya Sen, no debe ser aplazada de forma indefinida. En el mundo de hoy el diálogo global es vitalmente importante para poder implantar una justicia global.

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