Los Reyes Magos, muy en contra de su voluntad, nos dejaron este año en los oídos, en los ojos y en el corazón una horrible noticia: Mohammad Mehdi Karami, de 22 años, y Mohammad Hosseini, de 39, tras ser detenidos, encarcelados, torturados y sin derecho a demostrar su inocencia según se informa fueron ahorcados a primera hora de tan hermosa mañana por el supuesto asesinato de un basiji -miliciano islámico- en noviembre durante las protestas desatadas en septiembre por la muerte de la joven Mahsa Amini. El mensaje se lo entregaron las autoridades iraníes para que todos nos enteráramos, quieren dejarnos claro que son dueños de los ciudadanos, que las mujeres son sus esclavas, que los hombres, quieran o no quieran, tienen que obedecer sus órdenes, y que las movilizaciones exigiendo que respeten los más elementales derechos humanos de los ciudadanos les importan un bledo tengan lugar donde lo tengan. Ni son las primeras víctimas, ni serán las últimas, ya fueron ahorcadas otras personas y hay varias a punto de serlo. La pena de muerte es la medicina con la que curan todos sus males. ¿Hay crímenes más vergonzosos que estos? Porque aunque sus leyes los autoricen a cometerlos y estén libres de tener que rendir cuentas por ello son crímenes tan horribles que ni su dios, ni los hombres, ni los gobernantes de bien pueden bendecirlos.
Los Reyes Magos regresan este año a Oriente tristes e indignados, tristes porque entienden que tantos hombres, mujeres y niños sean capaces de arriesgar la vida por huir de sus países, e indignados porque es hora de que la pena de muerte sea abolida en todos los pueblos y en todas las circunstancias, y los gobernantes que no lo permitan, sean castigados por ello. Y, por supuesto, retirados por ley de todo cargo que conlleve poder.