OPINIóN
Actualizado 06/01/2023 09:55:13
Juan Robles

Santo subito

“Santo ya”. Es la expresión que se oyó por primera vez en el entierro del Papa Juan Pablo II el 8 de abril de 2005. También hoy se oyó y se vio escrito en pancartas ese slogan en pancartas durante el funeral del Papa Benedicto XVI. Y hoy Juan Pablo II es ya San Juan Pablo II, que fue canonizado junto con San Juan XXIII el 27 de abril de 2014, sólo nueve años después.

En el caso del Papa Benedicto, parecía que, después de casi diez años de su renuncia, la gente no se iba a acordar ya de él. Desde luego, hoy no asistía al entierro tanta gente como en el de Juan Pablo II. Ni tanta como se esperaba después de la cantidad de asistentes a ofrecer el último adios a Benedicto XVI. Cerca de 200.000 personas pasaron delante del féretro del papa enterrado hoy. Y un número similar es el que ha asistido al funeral, aunque se esperaban bastantes más. Quizá daban por cumplido el deber después de haber asistido al saludarlo.

O quizá, aunque hayan asistido muchos al entierro, no han sido tantos como se esperaba. Parece que han acudido en torno a los doscientos mil. Y yo tengo la impresión de que, tanto en el funeral de Salamanca como en el de Roma, han estado presentes muchos sacerdotes, religiosos y religiosas, pero no tantos laicos. Habría que estudiar por qué habrá sido.

¿Tendrá éxito el slogan proclamado y veremos pronto a Benedicto XVI en los altares? Parece normal esperar que así será. También será pronto reconocido como doctor y padre de la Iglesia. Ya que, si por algo se distingue el Papa Benedicto, es por su sabiduría en general y en especial por su saber teológico, mostrado en sus homilías, en sus discursos, incluidos los pronunciados ante grupos sociales laicos, y sobre todo la abundancia y sabiduría mostrada en sus abundantísimos escritos, fruto de su condición profesoral manifestada en buen número de las facultades teológicas de Alemania. Era su vocación natural de maestro y la que hubiese preferido realizar a lo largo de toda su vida.

Pero la llamada de Dios lo llevó por otro camino. De él dice el Papa Francisco que era un gran catequista, porque en sus enseñanzas ofrecía un profundo saber y lo hacía con un lenguaje sencillísimo, al alcance de todos los públicos.

A pesar de que sus enseñanzas tenían una gran altura, que incluía tanto sabiduría filosófica como teológica. El Papa Benedicto, en sus propias palabras, como las que pronunció en el mismo momento de su elección y saludo al pueblo de Dios en la logia de San Pedro: “Soy un sencillo y humilde trabajador”. En realidad, era un profundo buscador de la verdad, o un servidor de la verdad, palabras con las que más tarde manifestaría su verdadera vocación, y a lo que se dedicó realmente como papa.

Benedicto XVI era consciente del mundo de mentira y de relatividad, en el que nos ha tocado vivir, así como de la laicidad del pensamiento del mundo moderno. Y él se dedicó a enseñar el camino de error en el que nos estamos moviendo y cómo estamos alejados de Dios y proclamamos que sólo la ciencia moderna nos puede salvar.

El papa dice que ciertamente la ciencia salva, aunque no del todo ni con sentido plenamente humano. Para él, la verdad reside tanto en la ciencia como en la fe, y no ofrecerá una salvación total ni plenamente humana si no cuenta con las dos dimensiones. La ciencia ofrece una dimensión de verdad, pero no es completa si no incluye la verdad de la fe. Ésta es la enseñanza que el papa Benedicto pretendió enseñar y enseñó de hacho. No estará demás que también nosotros cultivemos la verdad objetiva que nos ofrecen, en actitud complementaria, tanto la ciencia como la fe. Cosa no fácil, porque sigue dominando la relatividad de la verdad. La verdad la imponen hoy los votos, la fuerza del dinero y de la propaganda.

El Papa Benedicto cultivó su fe desde su infancia en una familia muy creyente, que vivía en el estado alemán de Baviera, el más católico de la Alemania protestante. Pasó por las dificultades propias del nacismo en su juventud. Estudió en varios seminarios y facultades alemanas y terminó haciéndose sacerdote, como también lo era uno de sus hermanos.

Estuvo 25 años enseñando en diversas facultades alemanas, cuando Pablo VI lo nombró arzobispo de Munich. Y Juan Pablo II se lo llevó a Roma para ponerlo al frente de la Sagrada Congregación del Santo Oficio, que después se llamaría de la Doctrina de la Fe. Pensaba volver a Alemania después de cumplir dos mandatos, pero ocurrió en aquel momento el atentado contra Juan Pablo II y él se sintió en la obligación de seguir ayudando al papa polaco.

Al fallecer el Papa Juan Pablo II, sus hermanos cardenales lo eligieron papa el 19 de abril de 2005 y esto cambió definitivamente su vida, hasta que el 28 de febrero de 2013 renunció al papado y se quedó sirviendo a la iglesia en la vida oculta, en el silencio y en la oración. El último día del año 2022 entregó su alma a Dios. Como él dijo, en expresión de su profunda fe y servicio a la iglesia, no esperaba llegar a un término sino encontrarse con alguien, en este caso Jesucristo y el Padre Dios. Gracias, Benedicto, descansa en paz.

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