TOROS
Actualizado 03/01/2023 13:02:07
Fermín González

Esta totalmente demostrado que el pequeño que sobresale llega a cimas insospechadas, por supuesto, si se cultivan esos valores cualitativos innatos

A través de la historia de la tauromaquia, siempre hemos sido testigos de la aparición en los ruedos de los niños toreros, incluso, en algunas dinastías de toreros importantes, sus retoños comenzaron desde temprana edad, a pasear sus nombres por los ruedos de toda la Iberia taurina, entre los que también habría que subrayar una reñida competencia, entre los nacidos en una u otra cuna de los Papas de la torería.

La llegada a los ruedos de varios niños toreros, sobre todo de aquellos que han sido noticia reciente muchas veces desde tierras americanas, México en mayor proporción, que parece ser conmociono a muchos medios de comunicación, y que estos, con hipócritas aspavientos se lanzaban a la “yugular de la Fiesta taurina, nos sitúa históricamente en el viejo problema de si los chiquillos deben o no ejercer el arte de lidiar toros bravos.

En cualquier profesión intelectual, artística, manual, deportivo etcétera, siempre han surgido más o menos espaciadamente los llamados niños “prodigios”. La precocidad se manifiesta como adelanto irrefrenable de una predisposición inherente para determinada profesión. Los nombres de los niños (por edad), en cualquier materia de las anunciadas, serian interminable. Pero, a modo de recuerdo citare alguno de los más recientes, de los que hoy presumimos, y que se iniciaron de muy corta edad en sus profesiones, tal son los casos de Nadal, Pedrosa, Alonso, el Juli, Roca Rey etcétera.

Y, no quiero entrar en otros portentos, de la pintura, la música u otras disciplinas culturales, que hoy forman parte de la historia, y de las que disfrutamos plenamente hoy mismo. Todos pueden servir de ejemplo, niños adelantados que se descubrieron a esa edad temprana con unas cualidades extraordinarias, y una desmedida afición y dedicación para llegar como bien se ha comprobado a lo máximo-(“ es decir, el hijo que todo el mundo quiere tener”)-.

Sin embargo, existe la creencia popular (vivimos de tópicos) de que los niños no llegan a cuajar en lo que prometen. Se dice que el niño prodigio hace en la infancia cosas de hombres; pero, precisamente cuando pasa la pubertad, es cuando se trasforma en un hombre vulgar, en esa dedicación para la que apuntaba excelentes cualidades en su infancia. No dudo, de que posiblemente haya casos así. Pero esta totalmente demostrado, que el niño que sobresale, llega, por supuesto, si se cultivan esos valores cualitativos innatos a cimas verdaderamente insospechadas.

Si nos concretamos al aspecto meramente taurino, hemos de hacer importantes consideraciones – ¡quizá no tantas ¡- respecto a otras especialidades en la que se corre riesgo y peligro de la integridad física, y siempre se ha de contar con esa importante salvedad. Lo cierto es que, siempre a través de los tiempos, los niños toreros brotaron siempre en la historia de la tauromaquia, desde “Machaco” a este “Marco Pérez” aparecido en todas las pantallas y portadas, fueron siempre el alma y la cantera inagotable de esta Fiesta, no ha sido la edad freno, para ejercer la profesión y para vestirse de luces a tan temprana edad.

Sería innumerable la cantidad de niños que comenzaron jugando al toro, también los que por dinastía y encontrando el sabio consejo del padre seguían sus pasos. Nunca comprendí a los padres que trataron de imponer a sus hijos una profesión. Pero, en cambio se me antoja más duro contrariar al niño que quiere seguir con rigor, y férrea voluntad el destino de su afición. Aunque sea en esta zozobrante carrera de lidiar toros.- Lo cierto es que la historia se repite, gracias a Dios.

Fermín González, salamancartvaldia.es, blog taurinerías

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