OPINIóN
Actualizado 02/01/2023 09:08:56
María Jesús Sánchez Oliva

No me preguntes, mi niño,

por qué el cielo de estas noches

no exhala azules suspiros

ni dónde están las estrellas;

tendría que decirte, hijo,

que han huido de misiles

que están vomitando vidrios

de muerte sobre tu casa.

No me preguntes, mi niño,

por qué están rojas las piedras

ni por qué los blancos lirios

niegan un beso a la tarde;

tendría que decirte, hijo,

que de sangre llevan túnica

y que el amor en su nido

tiembla de miedo a las bombas.

No me preguntes, mi niño,

por qué tosen las espigas

ni por qué tu pan de trigo

no está ya sobre la mesa;

tendría que decirte, hijo,

que se asfixian con la pólvora

y que el costal de los ricos

hace el harina con tu hambre.

No me preguntes, mi niño,

por qué no vas a la escuela

ni por qué lloran los libros

por no enseñarte a volar;

tendría que decirte, hijo,

que te han atado las alas

pues tu vuelo es el peligro

de quien vive de matar.

No me preguntes, mi niño,

por qué oyes llorar a Dios,

por qué no cantan los mirlos

ni por qué mueren los árboles;

tendría que decirte, hijo,

que la ambición con sus dientes

mordió las venas de un río

y Sangra todo el planeta.

No me preguntes, mi niño,

quién susurró tus preguntas,

quién tornó tu nana en himno

ni quién durmió tus juguetes;

tendría que decirte, hijo,

que quienes hieren tu infancia

con las voces de los tiros

y el fantasma de la guerra

son hombres que como tú fueron niños

y eso, mi amor, me da vergüenza decírtelo.

Cuenca. 1993

Agrupación Cultural de Funcionarios del (Ministerio de Trabajo) y Seguridad Social

Primer Premio de Poesía

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