OPINIóN
Actualizado 25/12/2022 10:10:44
José Luis Puerto

En estas celebraciones navideñas en que nos encontramos, cada uno según sus convicciones, sus creencias o falta de ellas, cada uno según su modo de estar en el mundo, en la vida, en el existir…, en estas celebraciones navideñas, en que todo parece volverse excepcional, tan excepcional que incluso en no pocas ocasiones nos sobrecoge…, en estas celebraciones navideñas en que nos encontramos, creemos que puede ser bueno reflexionar sobre lo que nos dignifica.

Porque, en nuestra sociedad, tan voraz, tan saturniana, tan vertiginosa, tan irreflexiva, tan individualista…, necesitamos, para dar sentido a la vida, para darnos sentido a nosotros mismos, indagar en aquello que nos dignifica.

Comencemos, sin embargo, a través de la vía negativa, a través de todo aquello que nos sume a todos en la indignidad. La guerra, las guerras no nos dignifican. El que en nuestra sociedad, en la española, haya un tercio de los niños que viven bajo el umbral de la pobreza, mientras la picaresca (estos días, la de un tribunal a diario en los medios) y la corrupción campan a sus anchas, no nos dignifica.

El que se vayan sutilmente recortando, como quien no quiere la cosa y como a escondidas, derechos democráticos de varios tipos, no nos dignifica. El que la vivienda esté tan especulada y tan artificialmente subida de precio, pese a ser un derecho constitucional de todos los ciudadanos, cuando hay gentes y familias que carecen de ella, no nos dignifica. La precariedad laboral de muchos de nuestros jóvenes, a los que les cuesta abrirse paso y llevar una vida independiente de sus padres, no nos dignifica…

Y, así, podríamos seguir poniendo ejemplos, hasta que nos saciáramos. Pero, en estas celebraciones navideñas, tendríamos que poner el acento en todo aquello que nos dignifica. Para ensancharlo, para hacerlo visible, para convertirlo en ejemplar y, de ese modo, que nuestra sociedad se humanizara lo más posible.

Nos dignifican todos aquellos seres que, desde su voluntad, desde sus creencias, desde sus convicciones, se entregan a todos los tipos de causas que favorecen el bien común, que favorecen las perspectivas de los más humildes, de los más frágiles, de esos eslabones débiles de la sociedad y del mundo a los que no se presta atención alguna.

Nos dignifican todas las acciones respetuosas que, en nuestra sociedad, hay hacia las minorías de todo tipo, hacia los inmigrantes, hacia todos los seres humanos que están ahí a nuestro lado, que están junto a nosotros y cuyas necesidades y precariedades, ay, apenas llegamos a percibir.

Nos dignifican nuestros sanitarios y sanitarias, nuestros docentes de todos los rangos, que hacen que ese bien común y para todos que es la sanidad y la educación funcionen en nuestro país y estén, todavía hoy (pese a las embestidas interesadas contra lo público), en una situación envidiable.

Nos dignifican también esos hermosos textos que aluden, de un modo emocionado y hermoso, a la fraternidad, a la solidaridad humana, y que sitúan su acción en el tiempo navideño, de Dickens, de Andersen, de Wilde y de otros varios escritores, cuya lectura estos días nos puede resultar emocionante e ilusionante.

Inclinemos estos días –en que también estamos azotados por el ruido y la furia– la dirección del viento social y humano hacia todos aquellos y hacia todo aquello que a todos y todas nos dignifica. Merece mucho la pena.

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