Estos días cantamos villancicos y celebramos el nacimiento de Jesús, un hombre pacifista y soñador, para unos, el hijo de Dios, para otros. Antes de nacer ya le querían matar y sus padres tuvieron que huir. Cuando aún era joven lo mataron. Como a tantos pacifistas.
Este año que tenemos la guerra más cerca, aprovecho estas fechas para preguntarme y preguntaros ¿Cómo es posible que los seres humanos no hayamos aprendido a resolver los conflictos sin recurrir a la violencia y a la guerra?
Los datos sobre la barbarie humana son desoladores y debieran avergonzarnos de lo irracional y cruel que puede llegar a ser la especie humana:
-No ha habido ningún periodo de la historia sin guerras. Tampoco en la actualidad.
-En cada frontera hubo una o muchas guerras.
-Un informe de Save the childrem nos asegura que uno de cada cinco menores, 420 millones, viven hoy día en zonas de guerra. Se combate en el aire, en el campo, en las ciudades y en los pueblos. Las bombas pueden caen en la escuela, los hospitales y las iglesias.
-Los niños pueden morir en su casa, a la puerta de su casa, en la plaza del pueblo, en la escuela y hasta en el hospital. Incluso en el regazo de su madre.
-En algunos lugares les obligan a ser niños-soldados programaos para matar y morir.
-En las guerras, con frecuencia, abusan sexualmente de los menores y violan a sus madres; a veces, incluso en su presencia.
-Numerosas madres, si pueden, huyen con los hijos de su país en guerra, dejando a sus padres, hermanos mayores e incluso a sus abuelos luchando ¡Que zozobra y qué miedo, que angustia y qué impotencia!
Los sufrimientos que viven los niños y su familia son tan grandes que la sabiduría popular nos avisa: “Que Dios no te dé todo lo que puedes aguantar”.
Nada hay en la vida más doloroso, injusto y cruel que la muerte de un niño o una niña.
-Hoy hay varios países en guerra: República democrática del Congo, Yemen, Siria, Irak, Uganda, Sudán del Sur, Ucrania, Rusia….
-Los tratados internacionales sobre la guerra se violan con frecuencia.
Aún así la resiliencia humana es tan grande que los que sobreviven pueden recuperarse de sus terribles miedos, terrores, ansiedades, angustias, depresiones y traumas.
El que pueda que rece por ellos y el final de las guerras; y el que no pueda que ayude a estos niños necesitados de salvar su cuerpo y sus ganas de vivir.
Que entre todos les demos esperanza, no hagamos una profecía negativa de estos niños y niñas.
Condenemos a los culpables y exijamos a quienes nos gobiernan que hagan lo imposible por evitar las guerras, cumplan los tratados internacionales y protejan a la infancia mientras dure la guerra.
Para los niños de la guerra esta estrofa dramática y tierna:
“No he nacido entre las rosas,
ni tampoco entre el romero;
he nacido en un pesebre,
entre la paja y el heno”
Y este himno de lo que esperamos sea Europa:
Escucha hermano la canción de la alegría
El canto alegre del que espera
Un nuevo día
Ven canta, sueña cantado
Vive soñando el nuevo Sol
En que los hombres
Volverán a ser hermanos
Si en tu camino solo existe la tristeza
Y el llanto amargo
De la soledad completa
Ven canta, sueña cantado
Vive soñando el nuevo Sol
En que los hombres
Volverán a ser hermanos