OPINIóN
Actualizado 03/12/2022 09:16:46
Ángel González Quesada

Lúcido ensayista, novelista de talento, historiador, traductor, divulgador, polemista, dramaturgo y poeta, Hans Magnus Enzensberger nos ha legado una obra ejemplo de coherencia e inteligencia, que brilla más a medida que el tiempo va llenándose de fachadas, deslumbramientos vacíos, parafernalia cultural, intrascendencia artística, escasa capacidad creativa e inmenso déficit de talento.

Más allá de los obituarios de fórmula y de las alabanzas postmortem con que la levedad actual del periodismo obsequia a sus más conocidos difuntos, el fallecimiento de Hans Magnus Enzensberger, el pasado 25 de noviembre, significa una inmensa e irreemplazable pérdida en la inteligencia, al tiempo que la apertura de un desolador hueco en el pensamiento, la filosofía, la literatura y otras formas de las creaciones de la sabiduría. Intelectual, en el mejor sentido de la palabra, hombre que la admiración llamaba “del Renacimiento” por su múltiple actividad y extensión y calidad de su obra, Enzensberger fue el creador de una obra de tal magnitud en todos los sentidos, que imbuirse en ella, todavía y por mucho tiempo, seguirá siendo ejercicio de claridad, formación, perspicuidad e iluminación con respecto a nuestra realidad.

Desde sus artículos periodísticos publicados durante décadas y en medios de comunicación de todo el mundo, llenos de inteligencia en el análisis de la cotidianidad tanto política como social e institucional, hasta sus ensayos sociológicos como Mediocridad y delirio, Elementos para la teoría de los medios de comunicación o Conversaciones con Marx y Engels, el análisis certero, digno y brillante que el intelectual alemán hizo de los mecanismos que sustentan la falsedad de ciertas convicciones globales, hasta sus recopilaciones de ensayos o intervenciones como Zigzag, Panóptico o Detalles, la certeza de que la obra de Enzensberger es uno de los instrumentos más certeros de disección social, hace de su fallecimiento una de las más importantes pérdidas que la comunidad internacional lamentará durante mucho tiempo.

Para quien estas líneas firma, la obra poética de HME, poeta por encima de todo, como le gustaba autocalificarse, constituye un brillantísimo acercamiento a la función comunicativa de la lírica (comunicacional, dicen los modernos) que, sin renunciar a su capacidad de abrir puertas a la reflexión universal en clave lingüística, emocional y literaria, consigue fijar en el lector la duradera impresión de que el lenguaje y el pensamiento que de él se sirve, constituye una de las herramientas más certeras para el autoconocimiento y la comprensión de los afectos y la solidaridad humana. Un verdadero poeta. Por destacar una de sus producciones poéticas, la recomendación de lectura y relectura de su obra Mausoleo puede ser uno de los consejos (digamos orientación), que no deberían echarse en el olvido.

Por otras razones, aunque en la obra de Enzensberger la separación de su producción por géneros no tiene demasiado sentido, dada la homogeneidad de su impulso creativo y la innegable intención última de clarificación y crítica de toda su obra, interesa aquí destacar su libro El corto verano de la anarquía. Vida y muerte de Durruti, una extraordinaria obra de investigación, difusión y análisis de la persona y la obra del español Buenaventura Durruti; una obra emocionante, sincera y brillante, formada principalmente por decenas de testimonios de, sobre y desde la época y el hombre biografiados, y creada también con la voluntad de hacer emerger la información ocultada o tergiversada tanto sobre el anarquismo español como de la figura de Durruti, uno de sus máximos representantes y figura señera de la muy tergiversada y manipulada historia reciente de España.

Dramaturgo y autor también de historias para niños, HME poseyó, como todas las inteligencias auténticas, un enorme sentido del humor que, además de en sus obras más “ligeras”, en muchas ocasiones reflejó en sus ensayos y obras más “serias”, demostrando que el rigor intelectual y la capacidad erudita, la sabiduría y la maestría artística, no están nunca, sino todo lo contrario, reñidos con la positividad, la alegría, la risa, la complicidad y el llamamiento al disfrute común y compartido de la vida. Hans Magnus Enzensberger, hombre progresista, luchador de ideas políticas de izquierda y de comportamiento político nunca sectario, siempre tolerante, comprensivo y extraordinario escritor, sigue entre nosotros a través de su obra, su enseñanza y, sobre todo, el indesmayable ejemplo, tan escaso hoy, del compromiso ético en cada faceta creativa.

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