Bajo los pasos fugaces de los coches por Zafrón sobre la CL-517, se esconden las huellas de los que dieron los primeros moradores en la Prehistoria, que nos legaron el dolmen de Zafrón.
Para todos aquellos que tenemos nuestro pueblo en el noroeste salmantino, Zafrón es sinónimo de paso obligado en la CL-517 en una curva pronunciada. En esta, la obligación de frenar en el acceso a la travesía de la localidad, nos permite disfrutar aunque fugazmente de la bella estampa que forman la gran charca ubicada junto a Zafrón, acompañada tras ella por la iglesia de la localidad, caracterizada por tener su parte trasera más alta que su espadaña, como queriendo emular a la catedral de Florencia, pero con unas trazas más humildes, que se amoldan mejor al área rural de la histórica Tierra de Ledesma.
Pero Zafrón es mucho más que una travesía en curva, y esconde al abrigo de su iglesia de San Juan Bautista, en una finca contigua, un tesoro de nuestra Prehistoria, conservándose los restos de un dolmen del que perviven nueve losas, que hace siglos servían para delimitar una cámara funeraria con unas dimensiones de 4’9 por 4’3 metros, y que según apuntaba el padre César Morán a finales del primer tercio del siglo XX, se llegó a utilizar en las primeras décadas del siglo XX frecuentemente para enterrar animales muertos por enfermedad.
Por otro lado, cerca de este dolmen, ubicado en la cabecera de la ribera de Gudino, se llegaron a encontrar en su día un hacha pulimentada y fragmentos de cerámica, habiendo, además, cazoletas y cruces grabadas en unas peñas graníticas ubicadas a medio kilómetro, obedeciendo dichas cruces talladas a la cristianización simbólica de un lugar con pasado humano, pudiendo también tener este simbolismo que la iglesia de Zafrón se situase junto al dolmen.
Por su parte, la leyenda también trabajó la imaginación con las cazoletas de las peñas cercanas a Zafrón, de las que por su disposición se decía que formaban una serpiente, en cuyo entorno se escondía un tesoro. No obstante, ese tesoro que guarda la serpiente de las cazoletas de Zafrón permanece aún hoy oculto, sin ser descubierto. Aunque, quizá, el tesoro era el propio paraje en que se hallan, una joya para quien sepa valorar un enclave con un toque mágico, histórico y legendario.
En todo caso, bajo los pasos hoy fugaces de los coches por Zafrón sobre la carretera CL-517, se esconden las huellas de los que dieron hace siglos los primeros moradores de la zona en la Prehistoria, que nos legaron un monumento megalítico como el dolmen de Zafrón. Y aunque este ha perdido numerosos elementos de su aspecto original, aún es capaz de transmitirnos la importancia pasada del enclave, vigilado de cerca por unas cazoletas talladas en granito, que nos hablan en piedra de esa parte de nuestro pasado más desconocida por estar ausente de papeles, pero que sigue presente para quien quiera acercarse a ella y valorarla.