OPINIóN
Actualizado 26/11/2022 09:54:43
José Fermín Rozas

Anda la pública Renfe insistente con una nueva campaña publicitaria, coincidiendo con la suma de una nueva empresa privada a la oferta de servicios ferroviarios en España. En otras palabras, la liberalización ferroviaria parece marchar viento en popa a toda ¿electricidad, gasoil?. Aterriza la libertad tan querida por los diestros pagos madrileños en un servicio público esencial, frente al resto de esclavizados soviéticos como en Castilla y León. Eso sí, al menos el resultado siempre será mucho más sostenible que cientos de coches transportando al mismo número de personas, o un avión.

Un periódico asturiano publicaba estos esclarecedores gráficos de corredores ferroviarios con "competencia" (El Comercio).

Curiosamente liberalizar exige gastar dinero público para… ofrecer lo mismo. Más trenes, incluso redundantes, requieren más vías por ejemplo en Chamartín, pagadas por todos a través de la pública ADIF. Según la neoliberal experiencia británica de Margaret Thatcher, aparece una ¿feroz? competencia en unos corredores concretos y abandono del resto. Aquí, de momento se quedan en la Alta Velocidad, comunicadora de Madrid con determinadas ciudades, pero solo en líneas con grandes ciudades. En este país liberalizar no suele ser sinónimo de bajada de precios, aunque de momento las hay importantes frente a subidas donde no se compite (en especial en el servicio público), o en tipos como el Alvia salmantino. ¿Cuál es el precio real? y, sobre todo ¿quién lo paga de verdad?.

Mientras, los nostálgicos del tren (clásico insulto) se movilizan por “que vertebre el territorio y enfríe el planeta” reclamando “una red ferroviaria mallada, tupida y accesible, formada por líneas electrificadas y de tráfico mixto para personas y mercancías.”, con “estaciones en el centro de las ciudades, accesibles a pie, en bicicleta y en transporte público colectivo, así como a personas con necesidades especiales” y “plataformas intermodales y logísticas”, además de la “recuperación de todas las circulaciones suprimidas y paradas eliminadas en los últimos años”, todo a las decimonónicas “velocidades medias de 165 km/h.”.

Difícilmente a un salmantino no le suenan a sarcasmo los anuncios del Renfe, junto a la política ferroviaria gubernamental. Desde luego el gobierno central, da igual el partido, no se suele volcar ferroviariamente con la provincia de Salamanca, y otras similares. Pero el actual, con políticas razonables en tantos temas, parece decidido a ser el campeón de la inoperancia ferroviaria salmantina y del remate de esa infraestructura (en su acepción de acabar con ella). Agravado con la percepción de ciertos tintes de desprecio incluso. Y son los más ecologistas de la historia, muy comprometidos ambientalmente según han exhibido en la reciente Cumbre en El Cairo, y conseguidores de abundantes fondos europeos para corregir problemas. Preocupadísimos por la despoblación y el envejecimiento. Lo de seguir obviando los compromisos de conectar Portugal con el resto de Europa por Salamanca, en curiosa coincidencia con gobiernos anteriores, debe ser un accidente.

No sé de dónde habrá sacado la nueva empresa privada esos maquinistas que Renfe no encuentra para el Alvia salmantino. Más difícil de entender son los insalvables inconvenientes acumulados en la electrificación hacia Portugal, caminando peligrosamente a dos décadas de “actuaciones” inacabadas. Y cuando el Ayuntamiento por fin mueve el Puerto Seco, descubren otros sorprendentes e infranqueables inconvenientes para anestesiarlo mientras en otros lugares hasta los subvencionan. Pues eso, muy logrados anuncios de Renfe, lástima de falta de ferrocarril en Salamanca para ponerlos en práctica.

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