OPINIóN
Actualizado 11/11/2022 08:32:47
Ángel González Quesada

El miedo es el mensaje, es una máxima que parecen seguir sin fisuras tanto los políticos “occidentales” enfrentados a Rusia como los canales informativos de que se sirven para hacerla efectiva. Así, el detalle de las armas nucleares en poder de Rusia, y la explicación del mal que podrían causar, se ha convertido en el recurso principal de tertulias, programas, telediarios, reportajes, suplementos y separatas. Armas diabólicas, dicen, que posee la pérfida Rusia.

Si no bastaba con el bucle lingüístico, y no era suficiente la mentira y la tomadura de pelo a la ciudadanía, del volatín político que afirma sin rubor la limpieza de la energía nuclear, que santifica la bondad de las centrales térmicas de fisión de uranio y convierte en “energía verde”, es decir, ecológicamente beneficiosa, la construcción y mantenimiento de plantas nucleares, ahora la moda de “lo nuclear” crece y ocupa espacio en lo que, antes de convertirse en diarios de guerra anti-Putin, eran medios de comunicación.

Surgen informaciones detalladas con sesgo cuasi científico de la composición y principios físicos de las modernas bombas, su potencial destructivo, la naturaleza e intensidad de las lluvias radiactivas posteriores, la potencia y magnitud de la radiación térmica y la fuerza de las ondas de choque, datos hoy puntillosamente explicados en espacios informativos, periódicos y revistas de información general e incluso de evasión, en el territorio de ese continuado parte de guerra en que se han con vertido los medios de comunicación. El miedo es el mensaje.

Se siembra el alarmismo, se aumenta la ansiedad de la gente para que nadie pueda ignorar que una bomba de 15 kilotones, como la de Hiroshima, causaría en Barcelona hoy 64.670 muertos y 115.190 heridos en un primer momento, pero que una de las bombas que posee Putin, el misil Topol de 800 kilotones, provocaría hoy en la misma ciudad 555.420 muertos y 623.130 heridos, además de que su bola de fuego causaría una destrucción total en 2,3 km. a la redonda, destrucción total de edificios y el 100% de muertos en un círculo de 4 km. de radio y una radiación térmica con quemaduras de tercer grado en 19 km., además de cánceres, diversas enfermedades y muertes por radiación en una amplia zona durante varias décadas posteriores...

El miedo es el mensaje para que no cuestionemos ni el gasto militar ni las decisiones políticas. Los estrategas de la “comunidad internacional” (los antiguos generalotes entorchados y bigotudos hoy transmutados en trajeados de Armani), utilizan las armas del miedo, el acobardamiento y la inseguridad, la advertencia, la sospecha y el temor, no contra los enemigos directos sino contra su propia población. Contra nosotros.

5977 ojivas nucleares posee Putin, y la lluvia radiactiva de residuos de la fusión nuclear de cada una, abarcaría un radio de 275 km., nos advierten en el periódico y la televisión, para que podamos dormir en brazos de la desmesura. Es un intento de eliminar cualquier veleidad crítica ciudadana, cualquier cuestionamiento o rechazo, cualquier oposición a una lucha por el dominio energético, alimentario y estratégico, que empobrece a la gente; es una apuesta para que sea aceptada, y hasta jaleada, una partida de póquer a pérdidas por el dominio de las agonizantes fuentes de riqueza que enriquecen a los ricos; es el miedo como pancarta, el temor como ventana, la inquietud como bandera y la resignación como justificación de una guerra en la que los conceptos energía, riqueza, territorio, plusvalía, cotización, precio, armamento, supremacía o ejército, han sido convenientemente pintarrajeados con el espeso maquillaje de los derechos humanos, embozados con la quebrada máscara de la democracia y disfrazados con los ya andrajosos vestidos de la libertad.

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