TOROS
Actualizado 05/11/2022 10:33:37
David Sanchez

El popular sastre mantiene vivo en la ciudad el apelativo textil gracias a su taller donde realiza trajes para los principales toreros del escalafón taurino

Es un oasis en el desierto en toda la provincia charra. En la ciudad de Béjar, las manos siguen cortando y tejiendo telas en una de las escasas, por no decir la única, sastrería que mantiene en plena vigencia una profesión cada vez más olvidada.

Raúl Rodríguez es la tercera generación de la misma familia que perpetúa este noble arte, con el que además de mantener los conocimientos heredaros de padres a hijos, en los últimos años ha dado el salto a otros horizontes, a otros ámbitos, donde el nombre del artesano bejarano y sus trabajos se han ganado la admiración de un mundo muy selecto como es el taurino.

Pero, como toda buena historia, es mejor comenzar desde el principio. Desde los años mozos de Raúl, que recuerda que en una conversación con su padre “le dije que lo mío no eran los estudios, me propuso venirme a trabajar a la sastrería con él. A partir de ahí fui descubriendo el oficio” señala el bejarano. Sin embargo, el joven Rodríguez quiso dar un paso más, formándose en diversos puntos de España, para estar listo cuando llegara el momento de saltar al frente del negocio familiar.

En su taller de Béjar, un pequeño rincón donde el textil y sus derivados rezuman los aromas de la vocación histórica de la ciudad, se confeccionan trajes de diplomáticos y para todo tipo de ocasión como es lógico, pero si por algo son conocidas sus manos en todo el país es por los trajes camperos y toreros que desde este lugar acaban posándose sobre los cuerpos de las principales figuras del escalafón taurino.

“Puede parecer que el mundo del toro es muy grande, pero es difícil entrar” explica Raúl Rodríguez, “nosotros no teníamos vinculación directa con ese sector, aunque es cierto que a través de terceros trabajábamos en el mundillo. Tuvimos que ir ganando poco a poco a nuestros clientes, que tengan la confianza para venir aquí, que sientan este taller como su casa, que te llamen por tu nombre… llegar a ese punto costó mucho” nos detalla el sastre bejarano, ante la atenta mirada de los trajes que se exhiben en la entrada de su establecimiento y que llaman la atención de cualquier persona que entra en él.

Los colores, la perfección de la puntada, la elegancia que desprende cada paño, hilvanado con una precisión cirujana, nos trasladan con una sola mirada al campo, a las encinas charras y al trotar libre del toro y su magnificencia. Sabedor de los códigos internos que definen a los diestros, tan celosos de su intimidad, es complicado (por no decir imposible) arrancar de labios de Rodríguez algunos de los nombres ilustres que llevan sus trajes, incluso del otro lado del charco, procedentes de países como Colombia, México o Perú: “eso significa que el trabajo está muy bien hecho, corre la voz y tiene repercusión” esgrime el sastre “Los nombres que todos tenemos en la cabeza vienen aquí, a Béjar. No me gusta hablar de nombres, pero, por ejemplo, Marco Pérez, el niño que está ocupando toda la atención de las últimas semanas lleva nuestra ropa”.

Para quién no lo sepa, Marco es un joven quinceañero salmantino que cursa estudios de cuarto de la ESO y que hace pocas fechas salió por la Puerta Grande la Maestranza de Sevilla tras cortar un rabo, un hito que hacía 71 años que no se veía en la catedral andaluza del arte taurino “este chico es un ejemplo para todos, no sólo para la tauromaquia, es un gran estudiante también, puede ser un referente por la juventud y que porta ropa que sale de esta ciudad de Béjar” cuenta con orgullo Raúl.

Pero ¿Cómo debe ser un buen traje campero o de corto?: “Debe quedar como un guante, es para ellos como una segunda piel, y a su vez, debe ser muy estética. Luego depende de cada uno; los hay que miran con detalle todo, el estilo, el color… mientras que otros me llaman y me dicen: “Raúl hazme un traje, el que tú quieras’” describe este artesano de las telas.

Las Capas, símbolo de Béjar

Si hay una prenda que irremediablemente se vincule con la ciudad de Béjar, esa es la capa. Ese elemento elaborado de paño, con un amplio vuelo, acompañado de unas bandas de terciopelo de color llamativo como forro en los bordes delanteros junto con los botones charros que sirven como cierre de este elegante ropaje.

Sin embargo, la incursión en esta rama es reciente. “Había otro compañero sastre en Béjar que llevaba muchísimos años haciéndolas y pensábamos que era mejor no meternos en su campo. Una vez que se jubiló, decidimos ponernos a ello. Hacemos muchas capas, tanto para España como para parte del extranjero. Aunque también es cierto que realizar capas no se hacen todo el año, no hay tantos pedidos, pero a nosotros nos da una inyección económica cuando llega la temporada baja taurina, cuando no se está toreando” comenta Raúl.

Trajes de toda índole ocupan como es obvio, un lugar primordial “somos una sastrería ante todo” señala el bejarano “se trata de tener trabajo en Béjar, esta ciudad, su entorno y su tranquilidad me encantan”.

El futuro pinta en el horizonte nuevas oportunidades, siempre abogando por su oficio, por el arte del hilo y la aguja, y por eso Raúl Rodríguez espera que la puesta en marcha de un centro de formación de sastrería en la localidad de Cristóbal, a unos kilómetros de la ciudad textil, sea un vivero que produzca a nuevas generaciones que traten de mantener viva la llama y el legado de un oficio que Béjar lleva impregnado en su ADN.

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