OPINIóN
Actualizado 27/10/2022 09:51:35
José Luis Puerto

El pasado 21 de octubre se inauguraba en la Fundación Díaz Caneja de Palencia una muestra antológica de Fernando Zamora (Palencia, 1939 – 2021), médico cirujano, poeta y artista multidisciplinar. Una exposición absolutamente recomendable, de un artista verdadero, que no tenía prisa, que nunca tenía prisa –como indica Julián Alonso, el comisario de la muestra, en el catálogo–, porque era perfeccionista y reflexivo, y porque –alejado del tráfago de los focos, de la atención pública y de cualquier aspiración a celebridad alguna– necesitaba expresar su mundo propio, a través de la palabra, o a través de los diferentes tipos de expresión artística que para ello eligiera.

Y, para expresar ese mundo propio, había de mirar hacia dentro. Sin vida interior, no hay creación verdadera, no hay creación que merezca la pena. Y esta es una de las lecciones que toda la obra de Fernando Zamora transmite: la poesía discursiva, la poesía visual y experimental, las acuarelas, los óleos, los acrílicos, las cajas, los objetos encontrados, las papiroflexias…

Al contemplar la exposición, varios eran los hilos con los que nos íbamos encontrando, para tejer el sentido de una obra, ya cerrada, puesto que el artista y poeta y médico nos dejó en 2021, pero al tiempo abierta, porque, a partir de ahora, estamos seguros de que iniciará una aventura, una andadura que estamos seguros de que será larga y en varias direcciones, dependiendo de los receptores que la contemplen y en los que resuene esta creación.

¿Cuáles son esos hilos de los que hablamos? En primer término, percibimos en todas las obras expuestas un gran aire de modernidad, de contemporaneidad. Fernando Zamora es un creador, un artista moderno, está bien informado sobre el arte contemporáneo y comprende muy bien cuál es su vuelo y su aventura.

También hay un diálogo de nuestro artista con determinadas corrientes y con determinados creadores del arte contemporáneo, a la cabeza Paul Klee, siempre sugestivo y fascinante; pero también el norteamericano Joseph Cornell, con sus míticas cajas, que Fernando Zamora recrea y lleva a unos territorios oferentes de lo menudo y lo pequeño, así de lo frágil y lo humilde, para que se manifieste una belleza nueva; así como otros varios artistas contemporáneos. Porque en toda la obra de Fernando Zamora hay un diálogo, un espíritu de diálogo con las creaciones contemporáneas.

Pero hay también una espiritualidad. Como bien sabemos, no puede haber creación, del tipo que sea, sin una intensa vida espiritual (nunca confundir lo espiritual con lo religioso, son dos cosas distintas). Y, en todas las creaciones de Fernando Zamora, se percibe una intensa vida espiritual, que rezuma de todas ellas.

Como también se percibe el contenido del corazón (tomamos la expresión de Luis Rosales). Ese corazón que el propio poeta invoca en varios momentos de su creación, en afirmaciones como estas: “mi ‘recorrido’ por el camino de la pintura ha sido una sucesión de amores, tratando de encontrar mi propio corazón.” O: “Hablo del corazón / de percepciones, / de ciertos sentimientos”…

La creación artística, plástica, poética, clásica y experimental de Fernando Zamora sigue la vía afectiva del conocimiento, está impregnada de ella. Nos hablan todas sus obras, sí, del contenido del corazón.

Fernando Zamora es un moderno, un artista, un poeta, un creador verdadero. Merece la pena acercarse hasta Palencia. La exposición dura hasta el 27 de noviembre.

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