…Salmantica non praestat. ¿Me creerían si les digo que, cuando vine a México, hace ya casi 30 años, me parecía que el aforismo se usaba más aquí que allá? Aunque allá, eso sí, hacíamos camisetas… que no pocas veces hemos traído para acá de regalo.
Otro refrán, dicho o aforismo que también se estilaba por estos lares era ese de “quien quiera estudiar, que vaya a Salamanca”... Y hay más, ya les digo, tan o más conocidos y usados en México que en la propia Salamanca. Igual pasa con apotegmas como el parece que no tan histórico “venceréis pero no convenceréis” unamuniano; o la propia palabra charro, tan nuestra, ese gentilicio que no todos sabemos que empezó como algo no tan simpático como lo vemos ahora y que, en México, además de servir para dar nombre a los tan mexicanos charros, no ha perdido del todo ese significado primigenio de algo recargado, excesivo.
Recuerda Borges a Heine, y su frase sobre que los judíos son un pueblo cuya patria es un libro; los charros, aunque no lleguemos a tanto, sí podemos pensar que nuestra patria chica es un concepto, además, por supuesto, de una hermosísima ciudad y una tierra que uno, aunque sume otras, nunca olvida del todo.
La Universidad de Salamanca, igual, es una casa de estudios, desde luego, pero también es un mito, una aspiración para muchos, y, por lo mismo, una impronta para los que podemos decir en el currículum que salimos de ella.
Y Salamanca es también esas voluntades enhechizadas a lo largo de su historia. Como la del propio Unamuno: Jesús Rito, un poeta, librero y editor oaxaqueño, me contó alguna vez que había paseado por Salamanca leyendo Niebla... Obra que acabo de releer y disfrutar (pinche Unamuno, qué grandes novelas escribió, aunque algunas fueran pequeñitas).
Yo sabía que Unamuno tuvo una relación importante con América, que se escribía con Rubén Darío o con José Enrique Rodó, pero no deja de llamarme la atención, y alegrarme, que Salamanca y Unamuno sigan siendo referencias acá, que esa niebla unamuniana, esos charros mexicanos, esa universidad que todo el mundo conoce siguen contribuyendo a que, cuando uno dice que es de Salamanca, se vuelva una inmejorable carta de presentación, porque nos ubica en los afectos de los otros.
Fue muy curioso pasear por Salamanca leyendo Niebla en el Kindle; bucear en mi memoria recordando la charla con un oaxaqueño y terminar mezclando Salamanca y Oaxaca, otra hermosa ciudad en la que hace años asistimos con mis padres, que andaban de visita, al concierto de una tuna de acá… que les dedicó la actuación a esos señores de Salamanca diciéndoles que “allí saben de estudiantinas, así que si les gustamos es buena señal”.
Apostilla: aquí les dicen estudiantinas o rondallas porque la tuna es el fruto del nopal, prima del higo chumbo.
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