OPINIóN
Actualizado 17/10/2022 09:35:01
Álvaro Maguiño

Hace ya una semana que el mundo volvió a presenciar una muestra más del sinsentido. Si hay algo que nos enseñan los hechos pasados es que la tontería y la inconsistencia de los actos no son algo novedoso y que, por tanto, ese falso progreso continuo que intentó vender la Ilustración no es más que un ser mitológico. ¿Qué culpa tienen Los girasoles de Van Gogh de la inflación, la crisis energética o la crisis climática?

Comenzando por la obra, Los girasoles pertenecen a una serie de cuadros que siguen la temática homónima, un llamativo bodegón que tiene como protagonista al alegre y sonoro amarillo manado de estas flores. El trazo pastoso hecho por Van Gogh en Arlés esconde su relación de amistad con Gauguin y quiere revelar, o hacernos intuir, un periodo de estabilidad. Se representan en distintos estados, algunos erguidos y vigorosos, otros convalecientes y entumecidos, como el sentir. Esta afamada serie se encuentra desmembrada por todo el mundo, como si de un santo y de sus reliquias se tratase. Es lo que tiene el peso del Arte, con mayúsculas, que es también una forma de religiosidad, con adoración y su misticismo propios.

Volviendo a la polémica, el pasado viernes dos protestantes arrojaron sopa de tomate a la versión que se conserva en la National Gallery de Londres en nombre de la plataforma, a la cual no voy a hacer más publicidad, con la pregunta retórica de que si el arte vale más que la vida, la comida y la justicia. Después de esto, procedieron a untarse las palmas con pegamento y las apoyaron en la pared de la pinacoteca. Suerte parecida a la de Van Gogh han corrido Constable o Botticelli y todos estos actos han sido perpetrados por la misma plataforma “climática”. Con tan solo informarse un poco, simplemente entrando en su página web, podemos deducir cómo nos encontramos ante un “fraude”. Dicha plataforma acepta donaciones en “criptomonedas” que, aparte de ser en sí mismas una estafa piramidal, entrañan un riesgo medioambiental muy grande, consumiendo muchos recursos energéticos, y cuya simple transacción implica la producción de residuos electrónicos que pueden llegar a contaminar lo mismo que un país en un año. Tampoco hay que ser muy listos ni ahondar más en este fraude para descubrir lo que a esta “plataforma contra el cambio climático” le preocupa verdaderamente. Y eso es el dinero y salvar los propios intereses de los de siempre. La maniobra orquestada el pasado viernes en la National Gallery bien podría ser considerada una operación de falsa bandera, en búsqueda de desprestigiar una causa tan legítima y necesaria como la lucha contra el cambio climático. Porque el efecto que quieren conseguir no es que abramos los ojos ante el cambio climático, sino que terminemos odiando una necesidad que debería ser global y mientras tanto, les demos un altavoz a estos “activistas”. Estos estafadores que son los de siempre, viajan en jet privado, juegan en lujosos campos de golf o visten pieles de zorro. Y a los que defienden estos actos vandálicos porque el arte “no es para tanto” o “los museos son instituciones elitistas” solo queda decirles que el patrimonio cultural es un legado que nos pertenece a todos y que nuestro deber es cuidarlo. Además, las instituciones tienden a adaptarse a sus tiempos, como demuestra la nueva definición de “museo” dada por el ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios): “Un museo es una institución sin ánimo de lucro, permanente y al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio material e inmaterial. Abiertos al público, accesibles e inclusivos, los museos fomentan la diversidad y la sostenibilidad. Con la participación de las comunidades, los museos operan y comunican ética y profesionalmente, ofreciendo experiencias variadas para la educación, el disfrute, la reflexión y el intercambio de conocimientos.” Este delito contra el patrimonio, surgido de la estupidez, no va a frenar el cambio climático ni va a despertar conciencias.

Por tanto, atacar al patrimonio cultural es atacar a la sociedad. La lucha por impedir el cambio climático no es incompatible con la conservación de los bienes culturales. Es nuestro deber cuidar ambas esferas, la natural y la cultural y desenmascarar a los verdaderos culpables. Porque Van Gogh es ahora otro falso culpable.

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