Posiblemente las religiones se inventaran para unir a los hombres, para enseñarlos a respetarse los unos a los otros, pero los gobernantes las convirtieron en arma política y en nombre de todos los dioses se han hecho guerras salvajes, se han cometido brutales atentados terroristas, han florecido sucios negocios, se han asesinado a millones de seres inocentes por auténticas estupideces, los han perseguido, los han torturado, los han humillado… y no parece que todos se sientan culpables y decidan abandonar estas armas.
Hace unas semanas pudimos comprobarlo una vez más. Así nos llegó la terrible noticia: Una joven detenida por llevar mal puesto el velo en Teherán muere tras supuestos golpes de la policía. Las autoridades aseguraron que sufrió un ataque al corazón pero el hospital confirmó que ingresó con contusiones en las piernas y la cabeza. Había viajado con su familia desde la región del kurdistán con el fin de visitar a unos parientes. Paseaba con su hermano, (las mujeres no pueden salir solas a la calle, tienen que ir acompañadas por un varón de la familia). Como les sucede a miles de mujeres iraníes cada día se topó con una de las tantas redadas que realiza la llamada policía de la moral en las bocas de metro. Las policías, siempre vestidas de negro y protegidas por colegas hombres, determinaron que no llevaba el velo bien puesto, la arrestaron a pesar de las protestas de su hermano, la subieron a una furgoneta y la trasladaron a la comisaría
para recibir un curso de “educación” sobre el correcto uso del velo. Dos horas más tarde salió en una ambulancia y después de dos días en coma falleció. Y ni cesan las manifestaciones de protesta en Irán, ni cesan las detenciones a los que protestan con toda la razón del mundo.
¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI sigan ocurriendo estas barbaridades? ¿Pero es que estos hombres no saben todavía que nacieron de una mujer? ¿Es que estas mujeres policías piensan como ellos, o es que son obligadas a seguir sus instrucciones? ¿Llegará a saberse la verdad…?
Para callar voces molestas fuera de las fronteras (las que reclaman justicia en el país les da lo mismo) el Gobierno prometió una investigación que curiosamente se ha resuelto en un santiamén y como cabía esperar: según la autopsia y los informes médicos murió de causas naturales, pero su familia asegura que no sufría ninguna enfermedad, y todos saben que morir en estas circunstancias no es difícil. Pero ¿qué pueden hacer para acabar con estas vergonzosas prácticas que no sea arriesgar la vida por protestar o seguir sumando muertos a la lista por hacerlo?
Para unos es cuestión de cultura; para otros, de educación. Pero si Salma Amini, que así se llamaba la joven, y tantas mujeres como en estos días son detenidas porque un mechón de pelo se salga del velo y sometidas a un curso para aprender a ponérselo bien, en el mejor de los casos, y en el peor sean vigiladas, perseguidas, amenazadas, y hasta desaparezcan sin que sus familias vuelvan a saber de ellas, nos dirían que dejar de utilizar las religiones como arma política de una vez por todas, que es para lo que han servido todas a lo largo de los tiempos, y esto ninguno de los dioses puede perdonarlo, porque más que pecados, son delitos aunque no lo digan sus leyes.