La inflación que tenemos no es una inflación al uso por su cuantía ni por su naturaleza. Lo que está ocurriendo con los precios es que las familias y el ciudadano se están empobreciendo, entre otras cosas. Lo habitual es que cuando la gente tiene dinero abundante, gasta mucho, una gran mayoría quieren comprar las mismas cosas, estas se encarecen por la alta demanda y aparece la inflación. Entonces es cuando los bancos centrales (Reserva Federal Americana, Banco Central Europeo, …) suben los tipos de interés del dinero para enfriar la economía y frenar la demanda.
No parece que sea ese el caso que nos embarga en esos momentos. Todo lo contrario, los economistas vaticinan que la subida del coste de la vida provocará una caída del 15% del consumo hasta fin de año. Los distintos sectores temen que la contracción de la demanda, unida al aumento de los costes, sea la puntilla para los negocios. Lo que tenemos en origen es un problema de energías, un recurso de uso común, cuyo precio se ha puesto por las nubes, a pesar de que el ciudadano consuma menos. Es un problema de carestía de la oferta energética y su repercusión en todos los sectores de actividad, ocasionado o incrementado, en gran parte, por la guerra provocada por Vladimir Putin al invadir Rusia a Ucrania y que nos ha traído la mayor crisis energética en Europa en los 50 últimos años.
Y, siendo así, puede que las subidas de tipo de interés que están aplicando las autoridades monetarias y los bancos no sean lo más eficientes, para frenar la escalada de los precios, en general, porque no van directamente a reducir el precio de la energía, que es donde está el origen del problema. Por el contrario, puede que contribuya a empeorar la economía de los ciudadanos y de las familias, con el encarecimiento de hipotecas y otros productos financieros, que, tal y como está montado el sistema, se hacen necesarios para el vivir día a día. En cualquier caso, la aplicación de medidas monetarias no es suficiente para controlar la subida de los precios. Por el contrario, el BCE (Banco Central Europeo), admite que la subida de tipos afectará al mercado laboral.
La crisis energética ha disparado los precios y parece que, según los expertos, durará hasta bien entrado el 2023. La AIEA (Agencia Internacional de la Energía) recomienda a la Comisión Europea, la adopción de medidas que reduzcan el consumo energético en más de un 10%, como medida, no solo para contener los precios, también para evitar los cortes de suministro.
La situación es crítica en cuanto a los precios del gas. Estos han alcanzado su máximo histórico, con subidas constantes y sin perspectivas de que cambie la tendencia. Putin está utilizando el gas como herramienta de presión, como arma de guerra. Los precios, las restricciones o los cortes de suministro del gas, han desatado una espiral inflacionista en Europa y en el mundo, de la cual Rusia está sacando partido, debido a la dependencia energética europea. Más del 40% del gas consumido en 2021 por los veintisiete Estados miembros procedía de Rusia. La Unión Europea se ve obligada, por el camino de urgencia, a reducir ese porcentaje y a efectuar la desconexión de dependencia energética.
La primera economía de la zona euro, Alemania, y su industria, está dependiendo del gas ruso. La inflación desbocada ha superado el 10% en septiembre, la mayor en los últimos setenta años y aparece el fantasma de la recesión económica. El Gobierno tripartito del canciller Olaf Scholz, impulsará un fondo de 200.000 millones de euros, destinado a los consumidores, para compensar el nivel desorbitado del gasto energético. Eso supone cerca del 5% de su PIB. Medidas similares están planteando los demás Estados miembros, para capear la carestía como consecuencia de la crisis energética.
Ursula von der Leyen, Presidenta de la Comisión, propuso a principios de septiembre, establecer un límite a los precios del gas ruso. El asunto no prosperó por las reservas de algunos Estados miembros a posibles represalias de Moscú. Recientemente, el comisario de Energía, Kadri Simson, ha resucitó la propuesta y, está sobre la mesa, una nueva hoja de ruta para contener el precio del gas que incluye, entre otras medidas, la extensión a toda la Unión Europea de la llamada "excepción ibérica", que limita el contagio de la carestía del gas a la electricidad en España y Portugal, a la vez que se prepara una reforma a fondo del mercado eléctrico. Mientras, habrá que pensar en una ortodoxia presupuestaria que tenga en cuenta, especialmente, las necesidades de los más débiles.
Como consecuencia de la crisis energética, también el precio de los alimentos se ha disparado y lo notamos de forma clara cuando vamos al supermercado. La OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) le ha puesto datos a esa carestía, por medio de un estudio. Los productos que forman la llamada "cesta de la compra" (alimentación, higiene y droguería) han incrementado su precio un 15,2% de media, desde mayo de 2021 a mayo de 2022, la mayor subida de precios desde hace 34 años. Y, muchos alimentos básicos o productos de consumo habitual han subido más de un 40% en el último año. Prácticamente ningún producto escapa al incremento exponencial de los precios. Nueve de cada diez productos cuestan más que hace un año, y, más de un 94% de los productos, son ahora más caros que el año anterior. Solo algunas frutas como naranjas, aguacates, kiwis y manzanas, o algunos productos de droguería e higiene como detergente o champú, son más baratos. Hacer la compra cuesta hoy 830 euros más al año.
La situación generada por la carestía de la vida, comienza a ser insostenible para muchas familias y ciudadanos. Como en cualquiera de los desafíos a los que hace frente la humanidad, no hay nada que sea simple, independiente o inmediato en las transformaciones sociales y de tendencias mercantiles. Pero tenemos la certeza de que si el Gobierno, agentes sociales y ciudadanos, adoptan medidas para el control de los precios, es posible que terminemos controlándolos y tengamos una vida más tranquila, sosegada y mejor.
Escuchemos a Mecano en “Busco algo barato”
https://www.youtube.com/watch?v=UiRVsDO1sJM
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© Francisco Aguadero Fernández, 7 de septiembre de 2022