OPINIóN
Actualizado 07/10/2022 09:51:23
José Luis Puerto

Hay sectores que, en nuestro país, parecen querer llevarnos hacia una caverna, hacia un mundo oscuro en blanco y negro que no nos merecemos ni queremos. La mayor parte de nuestra sociedad –calculamos– quiere vivir en la senda de la luz y de un progreso civilizador por el que siempre hemos luchado.

Esos sectores se muestran estos días hasta en colegios mayores, adscritos a nuestras universidades, ay, pero privados, donde los jóvenes alumnos gritan denigrando, a través de insultos tóxicos, contra la dignidad de las mujeres, contra la dignidad de sus jóvenes compañeras. Parece que la única senda que quieren transitar, por la que quieren ir es la de manadas borreguiles irracionales, que ensucian y denigran todo cuanto tocan.

Eso sin contar con prácticas permitidas y toleradas de torturas que se produce, principio de curso tras principio de curso, con las novatadas, como si viviéramos en una sociedad cuartelera, como si todo fuera como esos sectores quieren.

Y nuestra sociedad no tendría que tolerar semejantes prácticas de acoso y denigración de la condición y de la dignidad de las mujeres, así como de novatadas cuarteleras, que nos retrotraen a esas décadas de sociedad cerrada que no queremos ni nos merecemos.

Lo que sí queremos y nos merecemos es que nuestros poderes públicos autonómicos den luz verde y no obstruyan la investigación sobre lo que ocurrió en las residencias de ancianos. Eso también es muy importante, que tales investigaciones no se obstruyan, por intereses particulares, porque se ha de esclarecer y se ha de reparar un dolor de las familias, que está ahí, al tiempo que se ha de cambiar un modelo de residencia de ancianos que consiste solo en hacer negocio y no en la atención social de nuestros mayores, con la dignidad que merecen.

Y sí queremos escuchar en nuestro parlamento –como estos días atrás ha realizado nuestra ministra de asuntos económicos Nadia Calviño, con valentía, claridad y lucidez– esa relación hermosa y llena de dignidad de los españoles reales, de los españoles que constituyen los eslabones débiles de nuestra cadena social, de los españoles de carne y hueso, humildes, que sufren todo tipo de carencias, para los que hay que gobernar. Y de ahí la importancia de todo lo público, para que nuestro pueblo pueda vivir con la dignidad que se merece.

Como también queremos –estos días de concesiones de los Premios Nobel– seguir leyendo las hermosas palabras del gran escritor y pensador francés Albert Camus, en el acto de recepción del Premio Nobel de Literatura, reivindicando y elogiando la labor educativa de su maestro, que lo inició en la cultura, en las letras y en la dignidad; sendas por las que tendría que ir la educación de nuestros jóvenes, para que no se degraden en manadas bárbaras.

Como también queremos –y, de hecho, ya lo hemos hecho– leer los libros de la reciente Premio Nobel de Literatura, la narradora francesa Annie Hernaux, autora de relatos breves, distantes y minimalistas, que narran historias de las mujeres y de la clases trabajadora de su país. Y, tal y como indica la Academia sueca, “por el coraje y la agudeza clínica con la que descubre las raíces, los extrañamientos y las restricciones colectivas de la memoria personal.”

Y es esa memoria personal digna la única que nos puede llevar a una sociedad también digna, y no que nos convirtamos en manada y caverna, oscura y en blanco y negro, como, al parecer, querrían tantos…

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